[Monteadentro] Antes de desaparecer




Presentación audiovisual del libro "Antes de desaparecer", Laura Giordani (Ediciones Tigres de papel, Madrid, 2014).
Realizado por Martín Marroncle y Laura Giordani. 
Videos y fotografías: Martín Marroncle.
Filmado en la Reserva natural Francisco Tau de Bell Ville, Córdoba, Argentina.


La casa amarilla de Julio Espinosa Guerra




Yo vivo en una casa amarilla construida por las manos de
mi padre. Vivo en una tierra que ya no existe, en un
bosque donde se lee la magia en cada piedra, en cada
hormiga, en la linde de un año que multiplica los
caminos, en una palabra arada por las manos de mi
padre. Su fertilidad cría raíces en mis dedos y su flor
aroma esta página, la que lees.
Porque el más bello canto no es el canto del gorrión ni la
palabra canto ni la palabra gorrión, sino el canto y el
gorrión suspendidos en el eco de un poema.
Porque el más bello muerto es el que sigue respirando en
la arruga de un papel.

Fragmento de "La casa amarilla" 
(Pre-Textos, 2013)


¿Comprendes qué es la esperanza?


La cubierta amarilla del libro: paredes que custodian algo más que la infancia del poeta como viaje autobiográfico. El poemario ganador del premio “Villa de Cox” (Alicante) en 2012 y publicado el pasado año en la editorial Pre-Textos, es en realidad un solo poema dividido en 12 fragmentos, un poema caudaloso como el río crecido al que Juan L. Ortiz se acercaba a ver pasar los restos, un río como flujo de la conciencia que busca reconstruir los márgenes arrasados por la violencia del agua.




La casa amarilla es la casa de la memoria, aunque ésta se oculte en un bosque de falsos recuerdos. Una memoria con su carga de ficción, en el sentido de re-creación, cuando el pasado quiere reincorporarse en el presente del poema, pero que hunde sus raíces en experiencias de alto contenido de verdad. El propio Julio lo expresa con humor diciendo que, sucede como reza en esas películas que ponen los sábados por la tarde: “basada en hechos reales”. Esa honestidad vital se siente en el libro pues el poeta no se engaña respecto a la precariedad de la memoria; así, dice en la penúltima página:

“Este puñado de recuerdos son una mentira, la más bella mentira, y todo lo que en ella se presiente es verdad”

Y también es la casa de las palabras con toda su doblez, de las palabras precisas que se esconden en medio de un bosque de falsas palabras. El lenguaje recordado. Palabras que hilándose unas a otras insisten en decir lo que se queda en el aire.




Acerco el oído a las paredes de La casa amarilla de Julio Espinosa Guerra: es 1979, plena dictadura chilena y el poeta tiene cinco años. Podemos casi palpar la atmósfera de miedo y opresión que acecha fuera, el sonido de las aspas los helicópteros. Dentro, el padre talla pequeñas figuras en el cuarto más oscuro de la casa, Ernesto, su hermano, amasa el barro con ramitas para construir un puente casi imposible, la madre lava camisas y pañales en la artesa. La casa todavía late en las hojas de este libro, en esa infancia sin término que es la poesía.

Yo vivo en una casa amarilla construida por las manos de
Mi padre. Vivo en una tierra que ya no existe, dice el poeta, en un 
bosque cuya fertilidad aún cría raíces en sus dedos. 


Un homenaje al padre que levantó con sus propias manos algo más que una vivienda, la casa de la dignidad del que aún vencido no quiere arrodillarse, la casa de la resistencia íntima en medio del arrase, suturando el daño en los pequeños gestos cotidianos, fundantes, esos gestos de más calado político que cualquier pirotecnia incendiaria: 


Una sombra, una gotera cayendo sobre las camas, 
alimentando su raíz. Basta un plástico sobre las
colchas para detener el sangrado, una caricia sobre el
pelo, un buenas noches, te amo tanto…




Un poemario que recoge -como la película “El espíritu de la colmena” (1973), ambientada en la castilla inmediatamente posterior a la guerra civil - la atmósfera de un exilio interior, esa perturbadora paz de los vencidos que en la película de Víctor Erice está encarnada también por la figura del padre.

Avanza, querido viejo, hacia tu habitación. Besa el tallo de
la planta del miedo. Dale las gracias. Dile: Por ti he
sobrevivido, tú me diste las fuerzas para arar, plantar,
Injertar, regar, recoger los frutos del jardín. Besa sus
púas invisibles.

¿Comprendes qué es la esperanza?

Qué es el poema sino un puente, un puente hecho de barro y ramitas que une lado y lado, presente y pasado encontrándose en la escritura; justo a la mitad de ese puente quebradizo, la palabra poética, la palabra precisa, se yergue con todo su vértigo y temblor. 

Laura Giordani
(Texto presentación del libro, 7 de Febrero de 2014, Valencia)




Julio Espinosa Guerra (Santiago de Chile, 1974) ha publicado cinco libros de poesía, de los que destacan Las metamorfosis de un animal sin paraíso (2004, Premio Villa de Leganés), NN (2007, Premio Sor Juana Inés de la Cruz) y sintaxis asfalto (2010, Premio Isabel de Aragón, Reina de Portugal). Además ha publicado la novela El día que fue ayer (2006) y las antologías La poesía del siglo XX en Chile (España, 2005) y Palabras sobre palabras: 13 poetas jóvenes de España (Chile, 2010). Ha colaborado en publicaciones de diversos países y participado en numerosos encuentros internacionales, además de haber dado conferencias, cursos y charlas en las universidades de Göttingen, de Salamanca y de Jaén, entre otras. Su obra se encuentra recogida en numerosas antologías y revistas chilenas, españolas, mexicanas y argentinas, y ha sido traducida parcialmente al sueco, alemán, italiano e inglés. Director de la Escuela de Escritores de Zaragoza y de la revista de creación y pensamiento poéticos Heterogénea, en el año 2011 se le otorgó el prestigioso Premio de Poesía de la Fundación Pablo Neruda a la trayectoria poética. En el año 2013 Alfaguara publicará en Chile su segunda novela, La fría piel de agosto. Reside en España desde 2001.


Ríos y mareas: Andy Goldsworthy y la obra del tiempo




Ríos y Mareas (Rivers and Tides), película de Thomas Riedelsheimer que se adentra en el trabajo artístico de Andy Goldsworthy, escultor de la naturaleza, un artista británico que desde hace veinte años crea obras de arte en espacios naturales de todo el mundo sin otras herramientas que sus manos.

Música
"Rivers And Tides: Part VI.", de Fred Frith 



Andy Goldsworthy nació en 1956 en Cheshire y pasó su juventud en Yorkshire. Se formó en el Bradford College of Art, donde ya mostró un claro interés por trabajar en y con la naturaleza. También fue allí donde empezó a hacer fotografías de sus trabajos para poder mostrarlas a los profesores. Lo que nació como una necesidad de documentación, a lo largo de los años se ha convertido en un arte propio, ya que las fotos de Andy Goldsworthy sí se pueden ver en galerías y museos, además de en sus numerosas publicaciones monográficas. 


Ríos y Mareas (Alemania, 2002) de Thomas Riedelsheimer es, hasta la fecha, el único documental autorizado por Andy Goldsworthy, y fue realizado a lo largo de un año en estrecha colaboración entre el artista y el realizador. Riedelsheimer ha sabido captar no sólo la belleza de las obras sino también su creación, su fragilidad y su posterior desaparición, además del singular espíritu y modo de trabajo de su creador. En 2002, Ríos y mareas fue galardonado con el Gran Premio del Internacional Festival of Films on Art de Montreal por ser ejemplo de una excepcional confluencia entre obra documentada y documento.

Erosión en Paisaje: tres poemas de Teresa Soto





Una colina de álamos era
plata bruñida
el temblor de la copa que rebosa.
La felicidad era toda mordaza
a la raíz, al tronco, a las ramas,
ignorante de lo argentino, de las copas.
Clavada a mirar el agua helada
..                  ..     ..      ..  hiriente de tan fría.
Era ese dolor, no otro, el trueque
de lo feliz, de lo cálido.





Nos fatigábamos esperando la distracción
del ciervo. Nunca caminé más despacio
que entonces. La distancia justa para
observar sin provocar espanto. Esperar
y agotar la vista en el mirar
hasta que
la mandíbula vuelve al pasto
..   ..    .. y rumia, traga
sabiéndose a salvo. Los que observan
no buscaban hierba ni sangre ni carnes,
tendones.
Hubo muchos pastos. Todos
se aúnan en este, ya lejos.




Seguíamos con atención el curso
del agua. Cada estación éramos
los primeros en llegar, admirados
siempre del movimiento de lo blando
hacia lo duro. Hielo y agua y espuma
río abajo. Quietos, tocábamos,
atentos a las superficies. Sumergían
a veces la cabeza los otros,
.      .      .  nosotros con ellos.
De la superficie al fondo
.   ..          ..       . y lo inverso,
qué fácil entender aquello, admirarlo.
Un martín pescador aferrado a la rama
del álamo. Cuántas horas ateridos
esperamos por el grito aquel del pájaro.
Nos daba, creo, la sensación clara
de lo feliz que uno podría llegar a ser.






Teresa Soto (Oviedo, 1982) es autora de los libros de poemas Un poemario (Rialp, 2008, Premio Adonáis), Erosión en paisaje (Vaso Roto, 2011) y Nudos (Arrebato Libros, 2013). Fue incluida en la antología Poesía en mutación (Alpha Decay, 2010) y su obra ha sido publicada en distintos medios, entre ellos: Cuaderno Ático, Revista Kokoro, Las Razones del Aviador, Mordisco, Suroeste, Clarín, Númenor, Confluencia y Campo de los Patos. Colabora en la sección de cultura de la revista digital sobre el análisis e información del mundo árabe Aish.

Es Licenciada en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada por Universidad de Granada y cursó un Máster en Literatura Española en la Universidad de Colorado-Boulder con una beca Fulbright. Ha vivido en Estados Unidos, Italia, Egipto y Líbano. Actualmente reside en Madrid.



En este margen inmenso de lo no dicho: apuntes sobre Elegía en Portbou de Antonio Crespo Massieu.




Voy a compartir algunos apuntes sobre la lectura de este libro, apuntes necesariamente insuficientes para pretender dar cuenta de todo el caudal  poético que empieza a arrastrarnos nada más abrir sus páginas, como si nos asomáramos junto a Benjamin a un luminoso abismo.

El título nos lo advierte: se trata de una elegía, composición poética en la que se lamenta la muerte de una persona o cualquier otro acontecimiento digno de ser llorado. Digno de ser llorado y que quizás no se lloró lo suficiente o el vencedor sepultó de manera prematura para poder construir su victoria sobre la tierra calcinada y la ignominia de los derrotados.

Me trajo los fragmentos de un poema de José Ángel Valente: Hibakusha, 

La Historia, trapos,
sumergidas banderas, barras
rotas, anegadas estrellas bajo
la deyección.

Alguien tenía que morir sin término.
¿Qué víctima?

¿Y por qué
fue ésta y quién los eligió
no queriendo saber que el acto de elegirlos
era aún más obsceno que la muerte?
¿Por qué nosotros?, dicen
simplemente los muertos.

Aún.
¿Quién llora
que no puede llorar
desde los cuencos secos?



Pero esa elegía es además canto: canto de duelo y sobre todo, de restitución, como aquel elevado en las sinagogas o entonado por los labios amoratados de quienes atravesaron la frontera rumbo al exilio. Cantar para conjurar el frío y el miedo. Cantar para auto-acunarse de alguna manera.





El poemario está dividido en tres libros interiores: “Libro de los Pasajes”, “Libro de la Frontera” y “Libro del Descenso y Diez cantos”, todo precedido de un poema con el que comienza la travesía a modo de interrogación “¿A partir de cuándo?”, en el que el Antonio desgrana las preguntas resorte:

Más ¿cuándo llegó el verbo?
¿cuándo el pájaro y su canto?
¿a partir de cuándo el canto?
¿cuándo su renuncia?

El “Libro de los Pasajes” se inaugura con una cita de Walter Benjamin: “El cronista que narra los acontecimientos sin distinguir entre los grandes y los pequeños, da cuenta de una verdad: que nada de lo que una vez haya acontecido ha de darse por perdido para la historia”.

Nada ha de darse por perdido” por más ínfimo que pueda parecer y, en este sentido, todo el poemario es un ejercicio de rescate, de abrigo de los escombros hasta tiempos mejores. En la actualidad se habla de memoria histórica que termina siendo una mera  mímica de reparación de parte de los estados, un gesto burocrático que no se ensucia con la tierra bajo la que no descansan los huesos. El gesto de Antonio -y allí está su valentía y, en mi opinión, uno de los enormes valores del libro- es de quien no teme empaparse con el llanto de los olvidados. Pero tampoco viene a hablar por ellos ni a prestarles una suerte de voz de la que carecieran (en ese afán ha respetado incluso las faltas ortográficas de los poemas infantiles). En este sentido, se trata de la memoria como ejercicio poético y político de resistencia: un ir a contramano de la amnesia. Recordar para no renunciar al canto.




El suelo del relato oficial, el relato de los vencedores, se resquebraja y se cumple una extraña ley: a más olvido, los huesos se vuelven más resplandecientes, fosforecen como esas luces malas del campo argentino con su fósforo extraviado; las psicofonías, los ecos, se tornan más y más perturbadores, voces que regresan pidiendo cobijo, como esa nana, Wiegala que cantaba Ilse Weber para adormecer a los niños en medio del horror en el campo de concentración de Terezin, a 61 kilómetros de Praga.

Niños que dibujaban mariposas con las hebillas de sus cinturones o un pedacito de carbón y así encontramos las mismas mariposas, los mismos cielos amenazantes, los mismos árboles dañados en Terezin, en Auschwitz, en Cerbere, en Portbou…Estas trazas infantiles son rescatadas por Antonio y por ello he querido que algunos de estos dibujos nos acompañen hoy como homenaje y fundamentalmente para recordarnos que la creación puede ser un acto radical de resistencia.





También pueblan el libro versos infantiles, como el pequeño poema que Frantisek Bass escribe en Terezin: “está abandonada, pudriéndose en silencio, lástima de casas, lástima de tiempos” ó “Eva Picková que escribió no, no, Dios mío, queremos vivir, no debemos morir” y lo escribió con doce años y dos años después murió en Auschwitz, en Diciembre del cuarenta y tres. Y estos versos y dibujos se entremezclan con los escritos por los niños del exilio español “y Conchita Jiménez que tiene doce años dibuja árboles, casas, unas gallinas, una mujer, una niña, un coche con banderas cruzadas de Cataluña y la República, este dibujo representa mi mamá, mi hermana y yo que nos bamos a Francia con un auto”.

¿Por qué nosotros?, dicen
simplemente los muertos.

Aún.
¿Quién llora
que no puede llorar
desde los cuencos secos?





En Elegía en Portbou encontramos a Antonio Machado, Rosa Luxembugo, Karl Marx, Rainer María Rilke, Paul Celan, etc. junto a Sancho, Padín, García, Vega, Franco, Rivada, nombres apenas conocidos de quienes portaron el féretro de Machado hasta el cementerio de Collioure.

Quién dará cuenta no sólo de los ilustres huesos, puesto que no hay huesos ilustres en estas páginas, sino huesos de perros sarnosos y fieles entremezclados por la ternura final, trueque de mausoleos por tumbas blancas o ni siquiera eso: la fraternidad de la fosa común, de aquellos caídos anónimamente cruzando el desfiladero hacia la frontera o en medio de la tortura entre las paredes descascaradas de una comisaría en Madrid. Y en las fosas comunes y en la piedra de tumbas blancas se abrazan nombres y ciudades. Las luminarias de Celan o Benjamin o Machado no eclipsan las luces de los otros caídos, más bien se confunden con ellos en una abrazo póstumo, en esa cópula a que obliga la fosa común, la utopía común deshecha.

Es una elegía y mucho más que eso: poema casa, poema barca para llevar a los caídos del destierro al transtierro. El dolor se ha convertido en casa, lo dice claramente el poeta en estos versos:

“(...) los que se perdieron en la arena de los campos, los que son sólo apellido en piedra, una tosca inicial, y los que esperan aún, los huesos entremezclados, confundidos, en las cunetas de la historia, todos, todas, caben aquí, tienen techo, comida, aliento, en estas páginas escritas, en este margen inmenso de lo no dicho”… (pág 136)

Porque como dice Benjamin: “Tampoco los muertos estarán seguros ante el enemigo cuando éste venza. Y este enemigo no ha cesado de vencer”.




Algo particularmente emotivo del libro es ese pasar lista a los caídos, hacerlos presentes mediante la corporeidad del verbo, de la palabra. Y me recordó esos collages con los rostros de desaparecidos que las madres y abuelas hacían en Argentina como un ejercicio reparador, así como tejían a dos agujas a la espera de noticias de sus hijos o nietos.

En Elegía en Portbou, los vencidos son conducidos a través de la palabra poética del destierro (lugar de la pérdida) al transtierro, lugar casi imposible de reunión, de reparación de la utopía para que siga alumbrando el presente.

Transtierro a un lugar común, reunión de la memoria hecha añicos.


Laura Giordani
[Texto de presentación de Elegía en Portbou en Valencia, el 3 de noviembre de 2011]





"Mirar el mundo con los ojos de las víctimas, los olvidados, los excluidos de la historia." 


Antonio Crespo Massieu (Madrid, 1951) es licenciado en Filosofía y Letras (Filología Hispánica) por la Universidad Complutense y Diplomado en Estudios Portugueses por la Universidad de Lisboa. Profesor de literatura española en Enseñanza Secundaria. Entre sus publicaciones de referencia en poesía están "Elegía en Portbou" (Bartbely ed., 2011) y "Orilla del tiempo (Germania, 2005). Es autor también del libro de relatos El peluquero de Dios ( Bartleby editores, Madrid, 2009).



Ni arte, ni infantil: conferencia de Arno Stern (La Casa Encendida)



Conferencia de Arno Stern: "Ni arte, ni infantil". 20 de marzo de 2013 from La Casa Encendida on Vimeo.





Arno Stern, investigador francés, nace en Kassel (Alemania) en 1924. Después de exiliarse con su familia, en 1946, acabada la guerra, es encargado de un grupo de niños en un centro de acogida para huérfanos de guerra. Allí comienza el trabajo que desarrollará toda su vida. En 1949 abre en París su primer taller de pintura. Durante la década de los 60 realiza viajes de investigación entre diversos pueblos indígenas. En 1986 funda el I.R.S.E. (Instituto para la investigación en la Semiología de la Expresión). Ha publicado numerosos libros traducidos a varios idiomas y continúa dando charlas y cursos de formación en los que da a conocer todo su trabajo.

Viaje adentro (Cartografía de lo blando)




Viaje adentro, al fondo, a ese barro primero
solícito para las manos, los algodones
tendidos en coincidencia con la herida.

Lo blando: refugio de las aristas
que nos duelen.

Viaje por los corredores
de la sangre, el andamiaje de calcio
que nos alza en rebeldía incesante
ante la gravedad.

Para ser polvo encendido en la frente
de algún dios, reconciliación
de puntos cardinales, fervor
que nos eleva a esa colina
desde donde podemos ver
la infancia que nos aguarda.

[Viaje adentro]

"Noche sin clausura" (2012, Amargord Ediciones)
Laura Giordani

Un poema de "La mujer cíclica" de Laia López Manrique



LA MUERTE DE MARINA TSVETÁIEVA

He muerto voz nervada .. dispongo de alas muy estrechas .. sé ver la diferencia entre los distintos grados de penumbra .. el amor me alimentó cuando quise comerlo .. abracé el accidente y la mentira .. estuve como un centinela en las junturas inmóviles .. miré sin mirar .. atendí al olfato .. sigilosa .. rumiante .. clavé mis manos en el hollín .. bebí del vino agolpado en mi boca mezclado con la sangre .. al fin habrá un consuelo .. alguien me necesitará.. la casa ahora me busca


Laia López Manrique 
La mujer cíclica (La Garúa Poesía, 2014)




Como quien cuida un fuego: tres poemas de "La hija del capitán Nemo" de Cecilia Quílez





En La hija del capitán Nemo (Calambur Poesía, 2014), Cecilia Quílez ofrece un examen apasionado y elegante sobre el amor y la memoria. La poeta lleva de la mano al lector a través de espacios diversos de pérdida y fuego en los que explora la manera en que la experiencia, el erotismo y la intuición nos ayudan a respirar en un mundo hostil. Con un lenguaje simbólico y enérgico, acompañado a su vez de un tono que reivindica la propia jerarquía de mujer, sus poemas surgen desde la historia personal para cubrirnos física y espiritualmente. Quílez otorga a la vida cotidiana una dimensión lírica de lo que hoy supone ser mujer y vivir con plenitud la desobediencia frente a la dictadura del sobrevivir. Sus poemas desarrollan una sorprendente capacidad para atrapar y escrudiñar los deseos y las reflexiones más humanas. 
En sus meditaciones la poeta observa y cree en el mundo como quien cuida de un fuego o despierta a un amante. 

Julio Mas Alcaraz





El perro guardián ladra rabioso
La cincha que le ahoga
Es el error que le impide
Decir mata
La mano que le une al mundo
Es una rama inerte
Nadie se acerca
El miedo
Es un solo árbol
Donde orinan insomnes
Los perros sin dueño






(a Laura Giordani)

Laura tú de niña
Al lado de una perra herida
Sigues allí Caminas sin esconderte
La duda es un cepo donde espera el engaño
Escarbas en las hojas podridas Sabes
Cómo sangra el río
La muesca que no dice que nunca dirá
Laura tú de niña escapulario en llamas
Pupila en el ábaco Misma resta de la furia
Misma almohada de huesos miserables
Y una calavera demasiado tierna
Para digerir la pesadilla frente helada
La noche escucha aún tus oraciones
Tú y yo hemos pasado Laura
Por la misma carretera
Que rodeaba esa agonía
Lamiendo tierra entre las uñas
Agua de junco para pequeños cementerios
Aquellos animales
Y todas las demás bestias regresan
Dicen
Gracias por no dejarnos ir
O ser arteria en la locura
De los muertos
Absolutamente muertos
Eso Niña Laura
Era lo que tú escribías
Tan despierta





En aquel instante preciso
Un ángel
Tocó
Su mano



(a Jesús Quílez) 

Padre,

Estoy temblando de agua y frío. Me has arrojado a la casa
de la tempestad, en el páramo más alto donde la miseria está
preñada de sudor y miedo.

Oh, mi hermosa infancia entre las letras cenicientas de
Alejandría. Éste, padre, es el mayor naufragio de la tierra
prometida. Crecí entre pecios cubiertos de coral, ídolos de
recios antebrazos y cálidas mareas al cobijo de la pesadilla
incierta de la aurora. Paseábamos midiendo el esplendor del
vidrio caligráfico en los profetas legendarios, jugando a la
intemporalidad del limo suave del océano. Fuera, los centi-
nelas del caos educaban a los discípulos de la necedad en un
blues desafinado por el odio.

Mi eternidad, padre, sentenciada por siempre a esta árida
patria donde las lápidas escupen iniciales de inocentes. Es-
tán pidiendo justicia y pan para sus huérfanos. Me duelen
los oídos y puedo oírles cantar ahora mientras esparcían el
trigo felices de sí mismos. Sembraban a sus mujeres, a sus
hijos. Sembraban y toda la belleza les era devuelta en frutos
y el orden de las estrellas que les acompañaban. Somos al-
baceas de la herencia de un llanto. Bendito el sacrificio de
los que se fueron sin nombre dejando su llama en nuestra
conciencia.

Padre, fuiste condenado al destierro por los licenciados en
la cláusula de la codicia. Hoy alimentan a sus herederos con
un pájaro negro en la cabeza. Poco hueso para tanta baba.
Así es la mansedumbre de la victoria: un sedal de alambre
para peces ciegos. Te reconozco ahora, sin asilo para res-
puestas. Cada noche, padre, suena a las 12 el despertador
de la historia. Giran y giran las manecillas y una bailarina
con escafandra baila en mis ojos. Hay un afogue de lava
horadando mis entrañas. La repulsa a la pernada de la carne
por los infieles de la lealtad. Tú me enseñaste el arcano ma-
yor de la fábula bajo las ruinas de los dioses. Su luminaria
ha sido pasto del embuste en los molares de un tiburón
blanco. Inoculan ignorancia, ponzoña de vacío que desgarra
mis horas como una turba incontenible de gatos salvajes.
Asco digo, perdóname padre. Están bajando el precio a los
anuncios por pleitesía. La razón es ya una variz sin retorno.
 O acaso el traidor anhela su misericordia en el anzuelo con-
sagrado de lo inmortal?

Qué me has dado padre?…Son las 12 y no puedo dormir.
Tiemblo de agua y tiemblo de frío. Y no quiero ser vencida.





Cecilia Quílez, Algeciras (1965), ha publicado cuatro libros de poemas: La posada del dragón, Un mal ácido, El cuarto día y Vísteme de largo. Ha colaborado en programas de radio y coordinado y dirigido exposiciones de pintura y escultura. Ha sido incluida en recopilaciones junto a otros poetas como Entre el clavel y la rosa, Madrid Capital, Fuga de la Nada, El río de los amigos, Poetas a orillas de Machado o En legítima defensa. Coordina y dirige varios ciclos de poesía. Sus poemas han sido traducidos a varios idiomas. Actualmente codirige la editorial Tigres de Papel.

http://ceciquilez.blogspot.com.es/


Raíz abisal: fragmentos de Atzavara de María Rosa Maldonado (Kriller71 Ediciones)

La atzavara solo florece una vez a lo largo de su ciclo vital, 
la planta muere después de esa única floración





II

atzavara   vara de atzavara 
madre de floración reciente  que entra por todas las ventanas


con sus muchas cabezas

 lo que aparece no viene de esa tierra
.    . donde nunca
                                    hubo planta ni mujer


del  tálamo nacen – cerebrales –  se enlazan con las regiones
más hondas    de la glía   
                                            sueño
                                                        hambre   
                                                                        sed  

 Íntimamente unida        la  piamadre
blandamente me abraza


sus flores  apoyan la mejilla en el cielo  gris   azulado de las hojas
allí mismo    estolones  del  sostén

 de la reparación

 pues  lo que cuerpo nace  
                                            lleva la oscuridad entrelazada
del carbono   
              vitriolo de la respiración

- el precipicio que se muestra -

                                             
es ella y ella
    hablamos  

ahora   puedo decirle:
cómo voy a vivir   cerebral   en la asfixia
de tantos años bajo tierra?

me responde:
en este aquí nada es de nadie

yo soy  el padre     soy 
                            la  casa aquella    devastada     y  la   otra
y  ando suelta en el mundo







III

declinación

insidioso y
. . . . . . . . lento
. . . . . . . .. . . .sueño: ella sueña que cae
por un embudo de arena.. sin . . final

lleva  la enagua  blanca -el satén de la madre-
se mece con el mismo ocioso ritmo de las aguas

en la duermevela murmura
. . . . . . . -aguamar
.  .  .  .  .  .  .   .    aguamansa
.  .  .  .  .   .  .  .  .  .  .  .  .  .   . aguamarina

piedra de berilo
.   .   .    .    .   pozo . aguamanil-

no recuerda sus años

cree que está en los cuatro

la fiebre en el pecho . . la garganta
cerrada al paso de los líquidos

asana shava asana . . entra el prana a su cuarto

la circunda
.  .   .   .  abre a la niña por el plexo
prepara la combustión







IV


hueco de fusión
donde la protoestrella crece

criptocristalino . cerebro:
.    .    .    .     .      .      en rojo

la mano que toca la seda va
.    .      .      .       .       .   -por memoria propia-

a su mundo protista de finos y radiantes radiolarios
espículas de luz . algas verdeazuladas
flotando
.     .     en la nada anterior a la vida

ligera ligera
.    .    .     .  cae del hidrógeno  . la blancura plateada de li

su 3 atómico salta por las ranuras de la estrella

hasta los hemosferios abiertos

a la mucha placidez de la mañana

ah!

en su casa de muñecas la delicia le extiende un
lujoso terliz para el reposo






V

ella ora en voz baja

murmura:

alta
.   . pasiflora del cielo .   pentámera
perfecta
.     .      pasionaria. aromática  . agua de deshielo

tomillo para el daño cardíaco

corola . azul cobalto .  maravilla del ojo que come
de ese color con avidez

extrañas hogueras por tanta luz ocultas
ventisqueros
.    .      .     de la imaginación de dios

todo
.     . el oxígeno volando en su propia
.    .   quietud
.    .     .     eocena . cálida . ultramarina
sobrenaturaleza del mundo:

secuoyas gigantescas . creodontos .  higueras
.     .         .                    .          .        .   vastos pastizales

magnolias
.       .           . balsámicas magnolias:
.                             .      .                asistidme

ella:   . una ballena .  (blanca)
.      .       hundiéndose en el agua
.                     .          .              anterior . a los hielos

-granzas de la primera hora por nada sostenidas-





María Rosa Maldonado nació en Barcelona en 1944. En 1949 se radicó con sus padres en Buenos Aires, Argentina, donde reside actualmente. Es profesora de Filosofía, de Ciencias de la Educación y de Psicología. Coordina talleres de escritura y dicta seminarios y conferencias sobre literatura y filosofía.

Publicó Poemas (Edición de la autora, 1977), Hasta que despertar es imposible (Editorial Último Reino, 1989) – poemario que obtuvo en 1988 el Primer Premio de Poesía del diario “La Nación”-El esplendor ajeno de las cosas (Editorial Último reino, 1992) y  El zumbido de dios (Editorial Tsé=Tsé, colección bikebik, 2002).


Posfacio de Reynaldo Jiménez / Agosto 2012 / 112 pp ./  4to libro de la poeta ganadora del Primer Premio de Poesía del Diario La Nación en 1988.


“María Rosa Maldonado, poeta argentina nacida en Barcelona, pero residente en Buenos Aires desde la infancia, donde ha ido escribiendo una obra alejada de ruidos y de modas, siguiendo el llamado de su propia vivencia, tremendamente consecuente con una mirada interior profunda y misteriosa, por momentos casi diríase que cercana a una sensibilidad oriental. 
La poesía de María Rosa Maldonado es ante todo, y me gustaría empezar por ahí, una poesía para conocedores del género. Como en cualquier materia creativa, para poder comprender y disfrutar, es necesario un grado de familiaridad con la materia. En la poesía de María Rosa Maldonado el nivel de exigencia personal es elevado, es una poesía culta, lo que no quiere decir para nada que se trate de una poesía hermética o referencial. Y de hecho es una poeta respetada y leída por esa inmensa mayoría que son los poetas, lo cual es mucho”.

“Acerca de Atzavara”, de Rodolfo Häsler.

Enlaces:

http://revistakokoro.com/atzavara.html
http://kriller71.blogspot.com.es/2012/12/acerca-de-atzavara-de-maria-rosa.html





"Escribir" de Chantal Maillard




Fragmentos del poema-río "Escribir" de Chantal Maillard, del libro Matar a Platón (2004, Tusquets) Puede escucharse íntegramente en la voz de Chantal Maillard en el video.


escribir

para curar
en la carne abierta
en el dolor de todos
en esa muerte que mana
en mí y es la de todos

escribir

para ahuyentar la angustia que describe
sus círculos de cóndor
sobre la presa

aunque en el alma no

en el alma
la estimación del tiempo que concluye
y es arriba
algo más que un silencio
con ojos semiabiertos

escribir

como condescendencia y como rebeldía
sin elección
sin pausa
porque se va la luz, las fuerzas
se le acaban
y el ser se va de vuelo
en las garras de un ave
carroñera

escribir

para decir el grito
para arrancarlo
para convertirlo
para transformarlo
para desmenuzarlo
para eliminarlo
escribir el dolor
para proyectarlo
para actuar sobre él con la palabra




escribir para curar
escribir para guarecerse
escribir como si cerrase los ojos
para no cerrarlos
para mover la mano y seguir su curso
para sentirse viva
AÚN
para aplazar la angustia
como simulación
para guiar la mente y que no se desboque
para controlar lo controlable

escribir

como quien deja la luz encendida
y duerme de pie sobre sí mismo
para saldar las cuentas con el miedo


escribir
para reorganizar

escribir
sin hacer concesiones

escribir
como quien des-espera
para cauterizar
para tomarle las medidas al miedo
para conjurar
para morder de nuevo el anzuelo de la vida
para no claudicar

escribir
para apuntar al blanco

escribir
con palabras pequeñas
palabras cotidianas
palabras muy concretas
palabrasojo
palabras animales
palabrasbocadegato
ásperas por dentro y por fuera
suaves como “tal vez”
palabraslatigazo
como “demasiado” y “tarde”

escribir

para no mentir
para dejar de mentir
con palabras abstractas
para poder decir tan sólo lo que cuenta
decir que a las once
de la noche de hoy
mientras la luz calienta
el lado izquierdo de mi almohada
y la sábana verde se desdobla
en el espejo del armario
estoy en mí
en el lugar en que acostumbro
a encontrarme
en este aquí hecho de extraña
duración en lo mismo
repitiéndome
la carne dolorida
los huesos lastimados
los nervios, la piel
tirante, amoratada
el pelo encanecido
el grito sólo postergado
y hoy a las once
de la noche de hoy
mientras la luz calienta
el lado izquierdo de mi almohada






muere un niño
o dos o no sé cuántos
mueren y una anciana dice
sus últimas palabras
o no las dice y muere
y es otra la que habla
pero no habla, dice
apenas dice y muere
sin decir
apenas
nada
y algo se me atraganta
tal vez un alarido
largo como las once horas de esta noche
o tal vez la conciencia
que duerme encendida
como una lumbre la conciencia
de todos los que mueren
como una fogata
un espantoso incendio
que prende en las ventanas
de la ciudad y en el mar no se apaga
una conciencia absurda
una antorchahorizonte
la conciencia de todos los que saben
que se están acabando
en sus huesos de antorcha
hoy, mañana, siempre


escribir

todas las muertes son mi muerte
mi grito es el de todos
y no hay consentimiento
escribir

¿para consentir?
¡escribir para rebelarse!
no hay lugar para plegarias
no hay lugar para el sosiego
el ajuste de las almas
se hace en rebeldía

Estamos solas
y nos pertenecemos.
En nosotras está el poder
Somos un pueblo de almas
en rebeldía
¡Despertad!
Lo que escribo aquí
se traza en el aire
el dolor es la senda
el dolor es el medio
por el dolor la fuerza
que combate el dolor
y lo transforma
por el dolor deshago
mi dolor en lo ajeno
y el ajeno en el mío

escribir

para des-esperar
por todos los que están
por todos
los que fueron
los desaparecidos
escribir para cuidar
sus des
--------apariciones
para alimentarlas
para que no se enturbien
no tan pronto
no tan siempre
pronto

[ ]

escribir

[ ]

¿y no hacer literatura?


¡y qué mas da!:

hay demasiado dolor
en el pozo de este cuerpo
para que me resulte importante
una cuestión de este tipo.

------------Escribo

para que el agua envenenada
pueda beberse.




Juan Carlos Bustriazo Ortiz: el quetral que hace cantar a las piedras

La civilización es una conquista frágil, protegida sólo por un delgado espesor de vidrio.
R. Caillois





La voz de Juan Carlos Bustriazo Ortiz es una de las más excéntricas de la poesía argentina y, muy probablemente, de toda Hispanoamérica. Adentrarse en su obra equivale a ingresar a un espacio encantado, espectral como la niebla que pasa por la pampa y a veces se suelta el pelo o se ensimisma ante los ojos alucinados del poeta. 

Los poemas seleccionados y traídos aquí son parte del libro “Herejía Bermeja” (Ediciones en Danza y Ediciones Espacio Hudson, 2008); concretamente, pertenecen a “Elegías de la piedra que canta” (1969), “Las Yescas. Canciones del Enterrado”, obra inédita compuesta por treinta y ocho poemas titulados alternativamente “Canción” y “Bordona” y a “Caja amarilla” (1973-1974). El libro es fruto de un intensivo esfuerzo de edición, investigación y compilación de Cristian Aliaga, Andrés Cursaro, Sergio De Matteo y Javier Cófreces.

A partir de “Elegías de la piedra que canta” (1969) se produce en la escritura de Bustriazo un quiebre con la tradición clásica y folklorista, una incursión por un lenguaje cada vez más complejo y renovado. Un lenguaje del que los resortes vitales parecen ser canto y encanto, palabras propiciatorias, la repetición. Tal como apunta Octavio Paz, “Aunque el poema no es hechizo ni conjuro, a la manera de ensalmos y sortilegios el poeta despierta las fuerzas secretas del idioma. El poeta encanta al lenguaje por medio del ritmo. Una imagen suscita a otra” (1). Y Bustriazo es maestro en este oficio de convocar imágenes vertiginosas, ancestrales, materia que pasa ante las sienes afiebradas del poeta que apenas puede dar cuenta de todo lo que ve y escucha, y para lo que necesita palabras nuevas o hacer copular palabras distantes para así dar a luz una criatura nueva, elocuente en su mestizaje.  Los neologismos no son meros recursos estilísticos tal como nos lo cuenta el propio Bustriazo:

“He inventado muchas palabras, sí. Lo hice porque yo quería decir alguna cosa y no podía con las otras palabras existentes y tenía que inventar una palabra para poder decir correctamente lo que quería decir. Se me ocurrió hacerlo sin haber visto esto en otros poetas.” (2)

Tampoco las abundantes rupturas y subversiones gramaticales responden a una vocación pirotécnica, ni siquiera estrictamente vanguardista, aunque gran parte de su obra lo es, entendiendo por vanguardia en este caso, no tanto una experimentación con el lenguaje como finalidad, sino más bien una exploración radical en los límites del lenguaje, la rotura del mismo producida por una rotura existencial previa: el poeta se rompe por dentro y ya no puede volver a hablar de la misma manera. Su lengua se quema en ese fuego producido por las luces malas, la memoria indesterrable como yerra y los espíritus que como ghenpín (3) invoca y trae a la manifestación con su verbo encantatorio.

Con este imperativo, inaugura El libro del Ghenpín (1977): “Soy el ghenpín: ordénosle hacer la magia!”

En  su ensayo “Quiromancia de la pampa”, Victoria Ocampo traduce a  Henri Michaux para quien la pampa sería el espacio de lo que se repite de manera infinita por lo que se trata de un espacio que probablemente dejará indiferente al viajero, sobre todo si éste viene de espacios en los que impera la diversidad de colores y texturas de la superficie.




“La Pampa, tierra de vacas, dice todo cuanto tiene que decir en un metro cuadrado, pero lo repite en los millares y millares de kilómetros que constituyen la mayor parte de la Argentina… La América es una tierra de la dimensión de la multiplicación, y como tal hay que conocerla; no ofrece lo pintoresco a cada vuelta de camino, pero si una vastedad infatigable” (4)

El ojo de Michaux es para Ocampo, el ojo europeo que no puede dejar de identificar el vacío de las inmensas llanuras con la ausencia y el tedio. 

Lejos de esta mirada engolosinada con la variedad y lo pintoresco, como el llano en llamas en Rulfo, la pampa deviene en Bustriazo la orografía propicia para el desfile de fantasmas, la proyección de tiempos que coexisten y con-versan.  No podemos dejar de hacer mención a su trabajo de telegrafista, visitante de postas en las afueras, siempre en los márgenes. La inmensidad de una mesa ofrecida o como dice el poeta “esta enorme, terrible mesa mía”.  La pampa y su pulso de moribundo, limbo en que tierra y cielo se confunden. 

La tierra es la yesca, el material inflamable y el cielo el quetral (5) que incendia los piquillines del monte a la siesta, haciéndolos arder.

“vengan, cielos, la yesca de la mesa tañe de oro sagrado, repartida, una llama que cae en las cabezas, un quetral de los cielos, una niña que se sale de la niebla, que se hornea…”

En la poesía de Bustriazo se despliega una espectralidad vibrante y como sostenía Ortega y Gasset en “La pampa… promesas”,  la desmesura del paisaje no puede más que convocar formas fantasmagóricas de llenado, convirtiéndose así en el espacio en el que se produce la emergencia de un orden fantasmagórico, vaporoso, imaginario: 

“La pampa es una borrachera, “flota, ondula, como los bordes de una bandera al viento” (6).

La pampa es así un lienzo generoso para proyectar fantasmas y alucinaciones, mesa en la que dialogan vivos y muertos, habitantes de un mundo ancestral que fue aniquilado e invisibilizado,.



La posada del diablo



Selección de poemas

Te regalé unas cuentas indias
y había un color de aroma hereje tan sobre mí caía el
cielo amarilleaba su piel verde yo sé que labro joya
oscura sólo por vos que me la entiendes porque a vos
te hablo en esta piedra enrumorada de caldenes quién
sino vos me la naciste y en quién sin vos ellas se mece
te di en la tierra qué colores sonorositos magamente
remotas gemas de collares ascuas de piedras de otras
gentes besos de piedras recobradas entre tus manos
vieja fiebre alegría vieja o amoríos de aquella aquel que
están sin frente te regalé gualicheríos piedras de dulces
redondeles

De Elegías de la piedra que canta (1969)





Pasa niebla con el pelo suelto

(“por la cruz yo te digo, juan, la copa, y en su nombre me espejo
lo enyescado, lo sentido del vaso, Juan, qué pasa, quién vihuela sol-
tada de humo santo, esta casa de sal, la noche mía, esta noche aca-
bada sin regazo, niebla pasa de costa enfueguecida, de palacio que-
mado son sus pájaros, de alma suelta se viene, dobla el viento o la
esquina del viento enoverado, pasa suelta de sienes, pensamientos,
hoguerones del éxtasis llorando, se le vuelan las niñas de los ojos,
el plumaje azafrán, lo perfumado, se le vuelan los ayes de la boca,
abejones sonrojos son sus brazos, se le vuela la noche amarillada
“de la niebla de dios, dobla el quebranto de la calle de mí, juan, va
“soltada, ni sin carne ni huesos, va volando, suelta suelta, cortada
“de la niebla, con su pelo de niebla bor-
“doneado, juan, la noche, la copa, el entre-
“vero redondito del trago en desamparo,
“niebla pasa, la suelta de humaredas, des-
“humada del tiempo, de lo amargo, suelta
“de humo, de antigua cabellera de la nie-
“bla pintada en los piedrajos, juan, la
“niebla que pasa desatada, suelta de agua
“y de sangre, mi costado siente su aire
“latiendo la sal negra de su flauta, ya,
“juan, campana, canto, cencerrura del cielo
“tan soltada de mujer de la niebla, juan,
“el vaso, pasa suelta de diosa, puma suel-
“ta, cachorrita del monte, ojo rasgado, juan,
“la niebla sueltísima de nuncas, niebla jo-
“ven, nieblor ensusurrando, doledor quedo,
“juan, de eternidades, yo le adoro la vida,
“siento pasos… “)


Juan Carlos Bustriazo junto a su inseparable portafolios



“…ay …, esta enorme, terrible mesa mía…”

(“vengan, noches, que el pan es una boca en la boca que huye de la espina,
“vengan, cielos, la yesca de la mesa tañe de oro sagrado, repartida, una
´”llama que cae en las cabezas, un quetral de los cielos, una niña que se
“sale de la niebla, que se hornea, que se arrulla de pan de olor, cobriza, nie
“bla niebla de olor, ala en la yesca, juan, la luna es un ascua conmovida, ven-
“gan árboles vivos, rosas, pájaros, heriduras no me oigan, muertes finas, muer-
“tes bárbaras, juan, la niebla tarda, apenitas un agua enlejosida, pasan aguas
“redondas por la calle, aguas dulces de a dos como mellizas, juan, la noche,
“la yesca tañedora, juan, la calle, la sal de aquella esquina, otra vez estos
“símbolos quemados en la mesa se agolpan, se persignan, vengan, fuegos de le-
“jos, vengan, cantos, alerón de las bardas, las bardinas, los paisanos del vien-
“to, vengan, ruidos, luces malas, juan, vengan, costeritas, las bandadas de dios,
“las jagüaleras, cicatrices del vino, juan,
“esquilas, las comparsas paisanas, pobres in-
“dios esquilando entre piedras que caminan,
“juan, la niebla es un beso por la frente, por
“los ojos la niebla es una chilca, un olor de
“la chilca, juan, la yesca, vengan piedras salto-
“nas, primitivas, muertes ciegas y tristes no me
“escuchen, juan, la copa de niebla, la escudilla,
“vengan, flores de piedra, boleaderos, vengan, ca-
“rros quemados, torrecitas, juan, la mesa es el
“mundo, no hay distancias, tajamares del loco,
“travesías, vengan, flores de niebla, venga, nie-
“bla, juan, la copa, los cerros de la vida!... “)





“…ay, juan, la piedra infiel, la siesta, ay,
el poniente…”

(“…moradito el poniente, juan, la sangre de la vida, la tarde machucada,
“niebla vuela en la siesta, misteriosa, en la siesta que se va, juan, de mi ala,
“allá lejos la piedra que se mueve en un cerro que brilla como la plata, el
“abuelo que afila su cuchillo en la piedra que vive, que se habla, en los
“cerros salados, juan, la piedra que se gasta la sombra milenaria, en la sies-
“ta se va, piedra del hambre y se vuelve con ojos de torcaza, juan, la tarde
“de piedra que se mece, que se arrulla en la siesta espinamala, en el pecho
“me esplende este salitre, esta plata del diablo ensortijada, esta joya sin
“dios, trapelacuche, pectoral de la muerte con sonajas, en la siesta se vue-
“la, juan, y vuelve de perfume majado en las miradas, moradito el poniente,
“y el cuchillo del abuelo en la pie-
“dra que se hamaca, juan, la siesta me
“miente, yo la dejo que me taña su mú-
“sica delgada, que me abeje su abeja
“infiel, la piedra del abuelo afilando
“su hoja mansa, juan, la siesta, dónde an-
“da niebla, dónde, en qué esquina del co-
“bre está su casa, mata oscura me soy
“sobre la piedra, juan, matojo de sienes
“torturadas, moradito el poniente, mora-
“dito, pectoral, parirura de la plata,
“plata hereje, sal, sal, trapelacuche,
“plataespinayelurapuñalada, juan, la
“siesta terrible, y ella vuelve, berme-
“jita me arrulla, me alabanza, y el cu-
“chillo en la piedra del abuelo, inocen-
“te terror de la chivada, moradito el
“poniente, juan, la siesta, ella vuelve,
“la plata canta, canta…”)




agonial dos

esperas que baje el ángel de los alerones sarmentosos el santo de
cáscaras de los montes overos el ángel de maderas voladoras el santo
pájaro de lomos endoloridos punzados por el sol de cogote azafrano
esperas que se te acurruque en el oído y te envihuele y te envihuele
con tréboles amarillos esperas que baje el ser de rodillas imantadas
el roedor de las bayas desmoronadas esperas que venga entre zumbidos
verdes el rumoroso comedor de la leña-de-vaca la ganosa hembra del
pecho colorado el ángel de pies comidos las muchachas que ríen en las
tripas a esperas al santo de los ponientes el achicharrado pájaro del
corazón esperas al ser que mengua el que cordoneará tristes viudos
vidalitas partidas al ángel violeta para hechizarte la guacha boca
al santo pájaro de bullonas chauchas el ser que va sembrando como un
oculto matrero ceremonioso solitario los hijos de los caldenes mori-
bundos ajenados la delación del cuerudo el pistoletazo fragoroso el
aullador ensartamiento la despedida de la vicenta a dónde irás con es-
te sol más allá de las bendiciones más acá de los juramentos más afuera
del veladito más adentro de las lloronas el ángel con el color de otro aire?


(t., para negrita turnes.)

De “Caja amarilla” (1973-74).







Juan Carlos Bustriazo Ortiz nació en 1929 en Santa Rosa, capital de La Pampa. Su obra, iniciada con Los poemas puelches (1954-1959), incluye más de sesenta títulos que se conservan inéditos. De ese conjunto extraordinario, hasta hoy apenas se publicaron Elegías de la piedra que canta (1969), Aura del estilo (1970), Unca bermeja (1984, 2004, 2006), Los poemas puelches y Quetrales (1991) y El libro del Ghenpín (2004), todos ellos en pequeñas tiradas. En 2007 fue editado el disco compacto Hereje bebedor de la noche, que recoge grabaciones realizadas por el poeta. A pesar de ser considerado como una de las mayores voces poéticas de su provincia, el silencio y la falta de atención a que fue sometida hasta el momento su obra resultan incomprensibles.


Notas

(1)  Octavio Paz, El arco y la lira (1956), pg.20.
(2)  Herejía Bermeja  (Ediciones en Danza y Ediciones Espacio Hudson, 2008), pg. 175.
(3)   Autoridad mapuche, el dueño de las palabras, el orador, el que sabe decir.
(4)  Victoria Ocampo, Quiromancia de la pampa, en Fryda Schultz de Mantovani (ed.), Victoria Ocampo, Bs. As., Ediciones Culturales Argentinas, 1963, p. 63.
(5)   Voz de los indios pampas que significa "fuego"
(6)  José Ortega y Gasset,“La pampa… promesas, en El espectador, ed. cit., pp. 257.
(7)  Joseph Ernest Renán, ¿Qué es una Nación?, discurso de 1882 en el que sostenía que tanto el olvido como el error histórico, son factores esenciales para la creación de una nación.


Glosario

Bordona
Sexta cuerda de la guitarra, y p. extensión, las tres más bajas
Piquillín
Planta arbórea de América Meridional, de cuyo fruto se hace arrope y aguardiente.
Chilca
(Del quechua chillca, arbusto de hojas pegajosas.
Mitraria coccinea) Planta trepadora leñosa de la familia Gesneriaceae, nativa de la pluviselva de Chile, y de los Andes del sur argentino. Tiene flores tubulares de color rojo. Se cultiva como planta ornamental en áreas libres de heladas.
Trapelacuche
Adorno pectoral tradicionalmente utilizado por las mujeres mapuches, fabricado generalmente de plata. Se compone de un cuerpo principal del cual baja una serie de eslabones, los cuales sostienen un cuerpo inferior.
Tehuelches
Nombre genérico dado a un conjunto de etnias amerindias de la Patagonia Argentina y la región Pampeana en América del Sur.


Artículo publicado en Revista Transtierros