Toda sociedad tiene sus puntos débiles,
sus llagas.
Meted el dedo en la llaga
y apretad bien fuerte
Michael Houellebecq
"Desde su
título, no obstante, La luz y los cerdos
avisa de esta tensión o descarga eléctrica como condición de escucha, de
lectura. Y no tarda mucho en cumplir su amenaza. Sintagmas por ejemplo como
“cerdos de luz” o “la carroña resplandece”, entre otros semejantes, ayudan a ir
minando la jerarquía de valores sobre la que se establece la convencional
ecuación entre luz, claridad y orden. Los ecos de esta convención resuenan aún
en otros sintagmas como “El Rey Sol”, “La Ciudad de la Luz” o en aquella
sacralización de la luz exaltada por el estado confesional absoluto de la
dinastía de los Austrias, en cuyos dominios “no se ponía el sol”. Así que un
blanco que se revuelve contra su blancura no parece una mala noticia. De hecho,
desde su fase áurea en los siglos XVI-XVII hasta la actualidad, es como si ese
proyecto o modelo de “estado confesional absoluto” hubiera llegado a realizarse
como norma de vida, como si se hubiera somatizado a través de las aceleraciones
del capitalismo simbólico, la sociedad del espectáculo y el exhibicionismo como
forma de vida. Así al menos parece por momentos demostrarse en el boom de ciertas poéticas del
confesionalismo para todos los públicos. La compulsión en boga de la poesía
como selfie es ya un síntoma de una
soledad que, en lugar de politizarse como espacio abierto, se acoraza como
imagen que se afirma a sí misma. También Pasolini lo había intuido ya en su
momento: “La soledad; hay que ser muy fuertes / para amar la soledad”.
Cuando en
cambio se escribe desde “la raíz de la sombra”, desde ese ahí agujereado, se tambalea este orden deslumbrante de valores que
dota de autoridad ciega a la realidad establecida. Como se insinúa por doquier
a lo largo y ancho de este poemario de Pablo Blanco, como el movimiento de un
hilván oscuro, la realidad es
entonces denunciada al tratarla a modo de trampa, de “ardid que se cubre con
reflejos”, de juego de espejos que ocultan en sus destellos su verdad de
miseria, de violencia y crueldad. Señalar ese lado siniestro de la realidad y
del lenguaje que la normaliza se convierte así en una labor hostil,
desesperada, que no halaga la vista ni endulza el oído, que no busca el aplauso
del reconocimiento o el seguimiento porque descree de las bases sobre las que
se han levantado los discursos vociferantes del reconocer y del seguir.
A este
poemario incoherente de Pablo Blanco le subyace así una especie de grieta que
crece, que se expande sin rumbo fijo, impulsada por la fuerza de la ruptura con
lo esperado. Todo el libro podría estar funcionando como una máquina de
producción de fisuras, de esquizias, que ponen en peligro de desgarro el cuerpo
desprevenido de quien se asome o se acerque. En su interior, “todo es grieta”.
De hecho, ni siquiera es seguro que pueda hablarse sin más aquí de un interior
o un exterior (como si los poemas estuvieran aparte del mundo), sino que más
bien la sensación es la de entrar sin transición en el poema como espacio de
frontera, como entre o interfaz desde la que los secretos del
dolor y del amor se comparten con el paso cambiado, con la boca seca"
Fragmento del Prólogo de Antonio Méndez Rubio
Horizonte
No se acuerda.
Por construir mañanas
se
ha olvidado.
Va con el amor en la solapa.
El perfume de la sangre es
un dios mudo,
una bandera que se rompe
en su garganta.
No se acuerda.
La memoria es de treinta
mil flores
que ni se venden ni se
pudren.
Karmamundi
Su sombra es el fuego,
un telar de misiles,
un dibujo
de niños pixelados.
Su hombro es la tierra
y su sangre la miseria que surge y se enrolla
como si fuera una alfombra
del cielo prometido.
Alguien canta
y las piedras del camino
se esconden
para
renacer muertas.
Padre
cielo que estás en los cerdos
Restos vulnerables
de tus palabras muertas,
caducadas,
inviolables,
de tu herida que se ensancha
en mi cuerpo y ríe sin consuelo.
Ya no es mía
la verdad
que me vendiste.
La noche
es una venda
que ya no oculta
tus disfraces.
No hay más luz
que la que me he inventado.
Tango
Cada dos por cuatro
la genética del alma
es doble
y helicoidal.
Saber no sirve de nada
y los glóbulos deciden
de qué venas
beber.
Un redondel infinito
amanece tras la mirada,
un torrente agrio
y cenital.
Cada dos por cuatro
el
tiempo baila
sin medias
ni
red.
Pablo Blanco (Mar del
Plata, Argentina. 1976) Estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad
de Buenos Aires y ha estado ligado siempre al mundo del periodismo, los medios
de comunicación y la gestión y producción de eventos y medios culturales.
En cuanto a su producción literaria, si bien es extensa tanto en poesía como en narrativa, hace muy poco tiempo que se ha dispuesto a la publicación de sus obras. El pasado 7 de junio presentó en Valencia su segundo libro de poesía: “La luz y los cerdos” (Editorial Enkuadres), después de haber presentado en 2016 “La sed de las estatuas” para la bella y singular colección “Poética y peatonal”.
En cuanto a su producción literaria, si bien es extensa tanto en poesía como en narrativa, hace muy poco tiempo que se ha dispuesto a la publicación de sus obras. El pasado 7 de junio presentó en Valencia su segundo libro de poesía: “La luz y los cerdos” (Editorial Enkuadres), después de haber presentado en 2016 “La sed de las estatuas” para la bella y singular colección “Poética y peatonal”.
2 comentarios:
Un placer ha sido descubrirte en esta mañana con brisas de otoño
Muchas gracias por la lectura y tu visita, Recomenzar... un buen verbo. Saludos!
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