Leia y Yago, fotografía de Carlos Crespo Ochoa
"Las diversas formas de explotación y
destrucción de la vida animal (y no sólo animal) en las sociedades
industrializadas del capitalismo tardío ponen de manifiesto los fundamentos
mismos de un sistema para el que todo lo vivo es reducible a mercancía. La
destrucción medioambiental, la hecatombe de la biodiversidad, la
experimentación con animales, el horror de la actual
ganadería industrial…cualquier mirada que dirijamos al lugar que se
reserva a los otros animales en nuestras sociedades nos lleva a una
conclusión: su consideración como objeto, mercancía, útil tan sólo en la medida
en que proporciona beneficio. Y, sin embargo, esta realidad está
llamativamente ausente. Tanto de la reflexión teórica y política como de
la percepción cotidiana de la mayoría de la gente. Así, en el pensamiento
filosófico español la reflexión sobre los animales no humanos ha sido marginal
frente a la relevancia del mismo en el ámbito anglosajón/1.
Podría
pensarse que los planteamientos que abogan por los derechos de los animales o
que propugnan, con mayor o menor radicalidad, el bienestar animal ocuparían el
lugar central que les corresponde dentro del movimiento ecologista; sin embargo
no siempre es así y uno tiene la impresión de que, en muchas ocasiones, se
olvidan al enumerar los retos y tareas urgentes del movimiento. Si esto ocurre
en el ecologismo, al menos para mi mirada sin duda suspicaz, en lo que respecta
a los partidos de izquierda incluida la más alternativa, la ausencia es
clamorosa. Se diría un asunto teóricamente enojoso para el pensamiento marxista
y de difícil encaje en la lucha política/2. Se tiene la impresión de que
las tesis animalistas son, en el mejor de los casos, un alibí simpático y
pintoresco que puede, a última hora, ser incluido en un programa electoral o al
que dedicar una pequeña nota a pie de página de un texto que hable de cosas
realmente importantes. Y aquí, creo, está una de las claves: es este un
problema que no pertenece a la realidad/3. El sufrimiento animal no
existe, forma parte de la materia oscura sobre la que se sustentan los
fenómenos más sangrantes e inadmisibles de la explotación capitalista (y en
general de cualquier sociedad productivista que, hasta el momento, han sido
todas las existentes; y por supuesto las llamadas de “socialismo real”).
Pienso que a la reflexión sobre los
animales no humanos se aplica la misma mirada que tenía que soportar no hace
mucho tiempo el movimiento ecologista y la que, al menos durante casi un siglo,
soportó el movimiento feminista: algo residual con respecto al núcleo duro del
pensamiento “revolucionario” y que un marxismo de manual consideraba ajeno a la
lucha de clases. (...)"
El animal nos mira y estamos desnudos ante él
(Jacques Derrida)
Y empecemos con lo más difícil que, como
suele suceder, es lo más evidente. Una mirada. Frente a frente con el animal. Y
una escucha: lo que, desde su silencio, nos dicen los animales. La
responsabilidad que nace de este encuentro. Solo después de este ejercicio de
modestia será posible buscar respuestas.
Encuentro con el otro que funda la
subjetividad y, a la vez, nos liga en “una responsabilidad de la que no hay
escapatoria, de la que yo no podría librarme.” Y esa deuda impagable se expresa
en la mirada: “Lo que se expresa en la desnudez- el rostro- es alguien hasta el
punto de apelar a mi, de colocarse bajo mi responsabilidad; desde ese momento,
yo tengo que responder por él” (Lévinas, 1994, pp. 31 y 23) Si esto es así en
nuestra relación interpersonal sucede también, de una manera más radical, en
nuestro mirar a los animales no humanos. Pues el extrañamiento (la salida de
uno mismo) y la conmoción de sentir la llamada del otro es aún mayor. Estamos
ante un enigma, desnudos de lenguaje y de certezas.
El diálogo que nace de este
encuentro carece de palabras (Crespo
Massieu, 2004). Vemos, tal vez, una forma de estar en el mundo que pudo ser la
nuestra (un puro estar sin conciencia, sin historia, sin tiempo) y que puede
ser añoranza y tensión de futuro. Y lo que se siente entonces es una distancia
que se diría insalvable y a la vez la posibilidad (y la necesidad) de salvarla.
Lo que Rilke nos dejó en la VIII de sus Elegías de Duino: la mirada del animal como lo
Abierto, ausente de historia, ajeno a la distinción vida-muerte; el mundo de
las meras relaciones, un vivir en el mundo frente al humano vivir frente al
mundo/5. Lo que Heidegger considera una “pobreza de mundo” en la lectura que
hace de Rilke y a la que caracteriza como “una monstruosa antropomorfización
del animal… y una correspondiente animalización del hombre” (Agamben, 2005,
p.76)/6. (...)
La materia oscura: un espacio
para el olvido
¿Cuál es nuestra respuesta? ¿Cuál nuestro
hacer- o no hacer- frente al dolor y el sufrimiento de los animales no
humanos? ¿Lo vemos acaso? ¿Existen para nosotros o han entrado ya en el
inexistente reino de la mercancía? ¿Han entrado ya en la fantasmagoría propia
del capital: la conversión de vida (y muerte) en algo irreal? ¿Han
sido convertidos en “producto”, hermética bolsa de plástico,
cajita con código de barras? ¿Han sido ya “procesados”? Pues todo ello
sucede dentro de una realidad paralela, siempre invisible y se diría que, a
efectos prácticos, inexistente.
El sufrimiento de los animales, en la
dimensión gigantesca y pavorosa que ha adquirido con la ganadería
industrial, forma parte de lo que podemos llamar la “materia
oscura” de las actuales sociedades industrializadas. En astrofísica
“se denomina materia oscura a la materia de composición desconocida
que no emite o refleja suficiente radiación para ser observada directamente”
materia que constituye el 25% del universo frente al 5% ocupado por la materia
común. Al igual que esta materia oscura “parece formar el andamiaje oculto
que apuntala los lugares de construcción de estrellas y galaxias”/7; así los procesos “invisibles” de explotación son
cada vez más el andamiaje que apuntala los mecanismos esenciales
de nuestras sociedades capitalistas. La opacidad absoluta de los mecanismos
financieros, el bienestar sustentado sobre la explotación de los
países del sur, los procesos de expoliación de la naturaleza, el
sufrimiento infantil, la emigración… se nos aparecen, cada vez más, como
materia oscura: con la asombrosa pero invisible densidad de un “agujero negro”.Tal vez siempre haya sido así, y de ahí la
dificultad de desvelar los procesos de la explotación capitalista,
de hacer real lo que el capital convierte en fantasmagoría; lo que
se expone en ese minucioso desmontaje de los mecanismos internos de
la explotación que es El Capital, esa búsqueda de la verdad llevada a sus
últimas consecuencias (de ahí la sugerencia de leerlo como una novela
policíaca).
Por eso es necesario desenmascarar las nuevas formas
de invisibilidad, nuevos espacios de “lo no existente”, la
topografía del ocultamiento: por ejemplo los CIE, lugar donde los
“sin papeles” desaparecen tras los muros que definitivamente los convierten en
inexistentes/8.
Ensamblar un coche es como trocear una vaca, pero al revés
Un tren en marcha (hacia el abismo) sin frenos de emergencia
"La relación del tren con el desarrollo y expansión del capitalismo
y con la destrucción de formas tradicionales de vida es reveladora. La
asociación del tren y el transporte de animales y humanos hacia la muerte también.
Adiós Cordera de Clarín (1893) lo ejemplifica con una intensidad y belleza
conmovedoras. La infancia compartida de Rosa y Pinín con la vaca Cordera, la
venta del animal, su partida al matadero. Cuando ven el tren en el que “en un furgón cerrado, en
unas estrechas ventanas altas o respiraderos, vislumbraron los hermanos gemelos
cabezas de vacas que, pasmadas, miraban por aquellos tragaluces” y gritan su
despedida, Pinín hace estallar la feroz crítica social que late en el cuento
de Clarín: “La lleva al matadero…Carne de vaca para comer los señores, los
curas…los indianos.” Esto bastaría para hacer del relato una de las más
demoledoras denuncias de la injusticia social de la prosa realista, pero Clarín
va más lejos y, en la breve sección final, el cuento se convierte en un
vibrante alegato antibelicista. (...)"
"(...) Las incipientes técnicas de los mataderos
y granjas de animales, que inspiraron las cadenas de montaje de H. Ford, serán
aplicadas a seres humanos cerrando así esta infernal analogía. Leemos en Vida y
destino, la novela de Vasili Grossman: "Antes del sacrificio del ganado infectado
deben adoptarse varias medidas preventivas: el transporte, la concentración en
puntos adecuados, la instrucción de personal cualificado, la excavación de
fosas y zanjas. La población que colabora con las autoridades para llevar el
ganado infectado a los mataderos o para capturar los animales dispersos no lo
hace por un odio cerval hacia los terneros y las vacas, sino por instinto de
conservación. Asimismo, en los casos de exterminios masivos de
personas la población local no profesa un odio sanguinario contra las mujeres,
los ancianos y los niños que van a ser
aniquilados". (Grossman, 2007, p. 260).
La analogía se refuerza pues esta secuencia narrativa la vemos a través del pequeño David que experimenta el horror del sufrimiento de los animales: “David fue a la estación de mercancías dos veces y vio como cargaban en los vagones a toros, carneros y cerdos. Un toro mugía potente como si sufriera o implorara piedad. Al niño le atenazó un miedo pavoroso…” (Gossman, 2007, p. 258). Él que, al asistir al degüello de una gallina, “sintió la muerte con una claridad y una profundidad que sólo son capaces de alcanzar los niños y los grandes filósofos” (Gossman, 2007, p. 255). Él que al asistir al será transportado como ganado y morirá como otros seis millones de seres humanos “procesados” en los campos de exterminio.(...)"
La analogía se refuerza pues esta secuencia narrativa la vemos a través del pequeño David que experimenta el horror del sufrimiento de los animales: “David fue a la estación de mercancías dos veces y vio como cargaban en los vagones a toros, carneros y cerdos. Un toro mugía potente como si sufriera o implorara piedad. Al niño le atenazó un miedo pavoroso…” (Gossman, 2007, p. 258). Él que, al asistir al degüello de una gallina, “sintió la muerte con una claridad y una profundidad que sólo son capaces de alcanzar los niños y los grandes filósofos” (Gossman, 2007, p. 255). Él que al asistir al será transportado como ganado y morirá como otros seis millones de seres humanos “procesados” en los campos de exterminio.(...)"
Cuando Emmanuel Lévinas y sus compañeros, recluidos en un campo de
internamiento, encuentran a ese perro vagabundo al que califica de “último
kantiano de Alemania”; nos dice: “para él -era innegable- fuimos hombres” pues les devuelve a ellos, que eran “seres sin
lenguaje”, el poder de nombrar (Lévinas, 1998, p. 20). En este encuentro la
menesterosa dignidad del animal y del humano ha sido restituida y la meticulosa
ciencia del verdugo anulada. La misma devolución de sentido opera en el poema
de Juan Carlos Mestre: “Me llamaron judío,/ perro judío,/ comunista judío hijo
de perro.// Para alguien que ha tenido un perro/ la palabra perro es fiel como
la palabra amigo,/hermosa como la palabra estrella,/ necesaria como
la palabra martillo.”(Mestre, 2004, p. 44)
Ante el sufrimiento inflingido a los animales hay
diversas posturas: indiferencia sin duda; pero también la vergüenza. El
estremecedor poema de Antonio Gamoneda, Malos recuerdos/16, se abre con una
cita de Marx: “La vergüenza es un sentimiento revolucionario”; y ante el
imborrable recuerdo del sufrimiento gratuito causado a una perra en la infancia
y un compromiso no cumplido concluye: “Mi vergüenza es tan grande como mi
cuerpo,/ pero aunque tuviese el tamaño de la tierra/ no podría volver y despegar/ el cable de aquel vientre ni
enviar/ la carta del soldado.” (Gamoneda, p. 103)/17.
Y la piedad. Nuestra capacidad de con-movernos, de ir al encuentro
de ese otro que nos interpela con su mirada sin palabra. Jacques Derrida ha
escrito hablando de los animales: “la guerra se libra sobre el tema de la
piedad” (Safran Foer, 2011, p. 52). La defensa del derecho de los otros
animales a su “buen vivir” ocupa un lugar central en el ecologismo (impacto
mediambiental, destrucción de vida), pero también en cualquier proyecto
emancipatorio. Aquí todo confluye: la ternura, la piedad, la vergüenza/18; lo
personal y lo colectivo, lo más íntimo (los afectos que nos
constituyen) y lo político.(...)"
Fragmentos del artículo aparecido en el número 126 de la revista Viento Sur, para leer el artículo completo:
En este número, además del artículo de Creso Massieu hay otro de Mraya Ivanovic sobre este tema y en el nº 125 un monográfico que lleva el título de "Los otros animales: vida o mercancía" con aportaciones de Jorge Riechmam, Paula Casal, Renzo Llorente.
"Mirar el mundo con los ojos de las víctimas, los olvidados, los excluidos de la historia."
Antonio Crespo Massieu (Madrid, 1951) es licenciado en Filosofía y Letras (Filología Hispánica) por la Universidad Complutense y Diplomado en Estudios Portugueses por la Universidad de Lisboa. Profesor de literatura española en Enseñanza Secundaria. Entre sus publicaciones de referencia en poesía están "Elegía en Portbou" (Bartbely ed., 2011) y "Orilla del tiempo (Germania, 2005). Es autor también del libro de relatos El peluquero de Dios ( Bartleby editores, Madrid, 2009).
Notas:
1/ Las excepciones van desde los trabajos pioneros de Ferrater Mora a los ya clásicos de Jesús Mosterín (1998) o Jorge Riechmann (Mosterín y Riechmann, 1995). Por fortuna las aportaciones recientes son numerosas.
1/ Las excepciones van desde los trabajos pioneros de Ferrater Mora a los ya clásicos de Jesús Mosterín (1998) o Jorge Riechmann (Mosterín y Riechmann, 1995). Por fortuna las aportaciones recientes son numerosas.
2/ La ausencia en las últimas elecciones generales de esta cuestión en el programa de Izquierda Unida o de
otras candidaturas de izquierda es significativa.
3/ Jorge Riechmann señala la contradicción: sociedades en que las que ha desparecido casi nuestra relación
con el animal y en las que su exterminio y consumo adquiere proporciones desmesuradas (Riechmann,
2003, p. 228).
5/ Mejor que este apresurado resumen será la lectura de esta elegía y si es posible en la excelente traducción
y notas de Eustaquio Barjau que cito en la bibliografía.
7/ Las citas pertenecen al prólogo del poemario de Laura Giordani Materia oscura que utiliza esta poderosa
imagen para referirse al sufrimiento y explotación de la infancia.
8/ La película The Visitor- E l visitante- de Thomas McCarthy (USA, 2008) desvela esta realidad.
10/ Mr. MacDonald es el nombre de una raza de pollos que fue diseñada para satisfacer las necesidades de
las empresas de comida rápida; en 1946 la industria avícola y el Departamento de Agricultura de EE UU
lanzó el concurso “Pollo del Mañana” para crear un ave que pudiera producir más carne de pechuga con
menos comida; actualmente dos empresas poseen las tres cuartas partes de la estructura genética de todos
los pollos y gallinas del planeta; estas aves modificadas genéticamente son incapaces de vivir en libertad.
(Safran Foer, 2011, pp. 125, 137, 358).
11/ Datos en Safran Foer, 2011 y Vivas, 2012.
16/ V. los poemas de Crespo Massieu, Mestre y Gamoneda en la sección Voces del nº 125.
17/ Por problemas de espacio no abordo otras formas de maltrato animal que remiten al sadismo y a un desprecio
por la vida propio del fascismo. Salvajadas como “el toro de la Vega” en Tordesillas, “correbous”, “toros de
fuego”, el destino de miles de galgos… Las instituciones protegen esta barbarie. La Junta de Castilla la Mancha ha puesto en marcha un programa para difundir la caza en las escuelas y quiere introducir el “lanceo de jabalí a caballo”, extinguida práctica que se remonta a tiempos de Alfonso X y Felipe II (El País, 9/07/2012, p. 30).
18/ De la vergüenza hablaba un artículo reciente de Rafael Sánchez Ferlosio. Y de la cultura como “instrumento de control social” y de su tendencia a “conservar y perpetuar lo más gregario, lo más enajenante, lo más homogeneizador”. La réplica de Vargas Llosa pone de manifiesto la distancia insalvable, de lenguaje y concepción del mundo, entre ambas lógicas.
Antonio Crespo Massieu
"Mirar el mundo con los ojos de las víctimas, los olvidados, los excluidos de la historia."
Antonio Crespo Massieu (Madrid, 1951) es licenciado en Filosofía y Letras (Filología Hispánica) por la Universidad Complutense y Diplomado en Estudios Portugueses por la Universidad de Lisboa. Profesor de literatura española en Enseñanza Secundaria. Entre sus publicaciones de referencia en poesía están "Elegía en Portbou" (Bartbely ed., 2011) y "Orilla del tiempo (Germania, 2005). Es autor también del libro de relatos El peluquero de Dios ( Bartleby editores, Madrid, 2009).