Una flor abierta que se ofrece sin saberlo: siete poemas de "La rama vacía" de Misael Ruiz



La rama vacía
Prólogo de Antonio Méndez Rubio


Así pues, puede que titular un poemario La rama vacía no sea un gesto tan inocente como al principio parece. Las cosas ya no pueden seguir siendo las mismas después de un título como este. La apelación a la nada, al silencio, a las pausas o intervalos… va haciendo así posible un trayecto que poco antes habría parecido del todo imposible. Y es que el riesgo es mayor de lo que resulta pensable: que la escritura (y la lectura con ella) aprenda a avanzar por un momento a tientas, entre luz y luz, por un momento sostenida solamente por la pasión de no saber lo que ocurre, lo que ha pasado, lo que vendrá después. La supuesta realidad reconocible, visible de una manera presuntamente obvia o evidente, deja de ser como era en virtud de una suspensión del sentido que acoge su propia irresolución. 

Antonio Méndez Rubio




AÚN siento
el roce de las jaras
como un animal herido,

el olor del hipérico
entre las rocas afiladas.



LA BUGANVILLA
ardiendo en el jardín.

La mano sobre el hombro,
como un ausente hablándole al oído,
vierte su líquido,
su delicada nada.

Arde,
arde el cielo.





LLUEVE
La casa está en silencio.

Una cala y un ramo de durillo
sobre la mesa.

Nada se mueve,
salvo la mano que escribe el poema.



IGUAL que el campo a mitad de febrero
pierde súbitamente
su piel de escarcha
y lo envuelve
un aire cálido que no esperaba,

del mismo modo,
en mitad de su invierno,
la mente.









EL SILENCIO, de noche,en la montaña;
las estrellas son diminutas piedras blancas;

una línea de sombra en la ladera
de enfrente, sobre el verde oscuro y claro
del abeto y del haya;

una pradera en un lugar, cualquier lugar,
sin voz ni pensamiento;

el rostro ladeado en la memoria
del ausente al que un día amamos tanto;

el salto intermitente entre una cosa 
y otra, la indiferencia
del instante.




ENERO. El cielo blanco.
Las hojas de los plátanos
resisten frente a la ventana.
El río se detiene,
no vamos a engañarnos.
Sólo una cosa es necesaria,
las formas del que ama y es amado.




EL UNO
escarba en el lodo,
esquiva las piedras,
tiene el morro fino,
el pulmón oscuro;
ve sombras, detritos,
antiguas esquirlas
de amor y de luto.
El otro recorre
la piel del suelo,
sus sentidos se afinan
a la luz de la escarcha;
busca el olor del hipérico,
el aire en un ala.
Si un corte transversal
entre el cielo y la tierra
los pone cara a cara,
no saben quién son.
Les arden las sienes,
se acoplan el uno al otro.



Misael Ruiz (Bruselas, 1960) es poeta, traductor y editor de poesía. Pasó su infancia ​en África antes de instalarse en España. Actualmente, reside en ​Barcelona. Ha publicado los libros de poesía El hueco de las cosas (Trea, 2008), Todo es real (Pretextos, 2017, Premio Antonio Oliver Belmás), Una idea de mundo (Animal Sospechoso, 2022) y La rama vacía (Animal Sospechoso, 2025).

Es coautor de Renga (Animal Sospechoso, 2022, con Alberto Silva y Juan Pablo Roa) e Interacciones (Eragin, 2025, con Mónica Picorel, fotografía y poesía).

Ha editado y traducido la obra de R.S. Thomas, Clive Wilmer, George Herbert (Premio de Traducción Ángel Crespo, con Santiago Sanz), Catherine Pozzi, Lala Blay y George Santayana (con Santiago Sanz).

Coordina la revista de poesía Mecanismos.org


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