De un verde convaleciente: fragmentos de "El tranvía verde de Alejandría" de Rodolfo Häsler

 

Si la ciudad acogiera mi sombra...
para siempre.




Tiene una parada prolongada
en una esquina infame,
avanza al ritmo
de los sobrevivientes,
un tiempo demorado, renqueante,
como el cojo que vende pan
junto al estacionamiento,
me habla pero no logramos comunicarnos,
zumo de limón solapa el retorno
de un pasado
que el limo de la bahía
no consigue ocultar


El tranvía verde de Alejandría” (2023, Ediciones del 4 de agosto) es el número 247 de la veterana colección Planeta Clandestino que, con perseverancia y entusiasmo, hace posible Enrique Cabezón desde Logroño. Cada ejemplar, numerado y firmado por el autor, tiene el formato justo para acompañarnos en un café o en un trayecto en tren. En este caso, el poeta Rodolfo Häsler nos invita a recorrer los distintos rincones de la ciudad de Alejandría en su viejo tranvía. Cada poema es el tramo de un recorrido que se contrapone a la cultura de la alta velocidad y al viaje subterráneo, a ciegas, en el metro de cualquier urbe actual. De cuántos matices y detalles somos privados en nuestros habituales y vertiginosos recorridos urbanos.


Este tranvía poético se desplaza por la superficie de una ciudad que se va abriendo sutilmente al lector a medida que avanzamos por sus páginas. Los poemas dan cuenta de distintos trayectos a lo largo de una ciudad que insinúa heridas no cerradas del todo, una cartografía del daño que todavía supura. Nada que ver con una visita panorámica para turistas; los desplazamientos del poeta nos permiten auscultar el pulso de una ciudad en la que el tiempo parece seguir agonizando. Entrevemos así, en cada poema, una suerte de esplendor opacado, una larga convalecencia que continúa a la derrota.

Arranca de un tirón
y cae un tornillo sobre el dedo gordo
de mi pie derecho. Lo recojo
y la cadera cruje al agacharme,
lo guardo en el bolsillo del pantalón,
una grasa pestilente
se incrusta en la yema
del dedo pulgar.


El descascaramiento, la decadencia que se hacen tangibles incluso en la precariedad del propio vehículo, en sus parchados y tonalidades de verde casi imposibles de definir. Como nuestra propia existencia, el tranvía avanza con paso precario, perdiendo sus engranajes, abarrotado de viajeros que no siempre ofrecen el perfume de la hospitalidad. Como esa mujer que entra al tranvía con la jaula y el pájaro negro que escudriña al poeta o aquella tatuada en la frente que desdeña el asiento ofrecido o las miradas de recelo ante la portada del libro del autor egipcio Naguib Mahfuz a quien muchos, seguramente, desprecian.


No hay asientos libres
y me levanto para que se acomode
una mujer cargada con un saco,
el rostro enmarcado por un paño negro.
Tocándose el tatuaje en la frente,
con gesto despectivo
rechaza mi ofrecimiento.


Los cafés como cuentas que hilvanan los desplazamientos, reservorios en los que todavía pulsan los fragmentos de las ciudades, espacios alejados del vértigo cotidiano. El ritual del café que ofrece al poeta la posibilidad de comunicarse, tomar contacto con un pasado todavía que respira con dificultad entre ruidos de tazas y mesas renqueantes.

Me bajo del tranvía
y cruzo al café Trianon,
en las paredes hay paneles desvaídos
con figuras que bailan, que oscilan,
que recuerdan a los frescos faraónicos.
Una de las jóvenes
lleva en la mano un abanico de fibra trenzada
en forma de flor de papiro.
Los colores son sutiles,
predomina el verde Nilo,
da la sensación de que al fijar la mirada
el detalle podría borrarse de un momento a otro.
Si uno presta atención,
el pasado de la ciudad
continúa decayendo ante los ojos.
El abanico es la prueba.

     



alcanzarla no pueden
Safo



K de Kavafis como K de Kassandra,
Kalypso, Kerberos,
Kronos y k de kardio,
kefalé, isla de Kálimnos,
k del poeta que huyó
por la calle Lepsius,
k de mirar atrás para entender
lo que viene,
Kavafis dice un dos tres
y todo salta por los aires,
ni ciudad cosmopolita
ni bárbaros al acecho,
humea un gran desconcierto,
y aunque lo intenten
alcanzarla no pueden.



Rodolfo Häsler nació en Santiago de Cuba en 1958, cumplió dos años ya en La Habana, donde vivió hasta los diez, momento en que la familia se traslada a España, a Mojácar, lugar que en 1968 era destino de artistas y personajes de toda índole. En 1970 se trasladan a Barcelona, donde fue alumno de la Schweizer Schule. Estudió Letras en la universidad de Lausanne, Suiza.

Tiene publicados los siguientes libros: Poemas de arena (Editorial E.R., Barcelona, 1982), Tratado de licantropía (Editorial Endymión, Madrid, 1988), Elleife (premio Aula de Poesía de Barcelona, Editorial El Bardo, Barcelona, 1993 y Editorial Polibea, Madrid, 2018), De la belleza del puro pensamiento (Editorial El Bardo, Barcelona, 1997, beca de la Oscar B. Cintas Foundation de Nueva York), Poemas de la rue de Zurich (Miguel Gómez Ediciones, Málaga, 2000), Paisaje, tiempo azul (Editorial Aldus, Ciudad de México, 2001), Cabeza de ébano (Ediciones Igitur, Barcelona, 2007 y Ediciones El Quirófano, Guayaquil, 2014), Diario de la urraca (Huerga y Fierro Editores, Madrid; Editorial Mangos de Hacha, Ciudad de México; Kálathos Ediciones, Caracas, 2013). Lengua de lobo (XII premio internacional de poesía Claudio Rodríguez Hiperión, Madrid, 2019; Trabalis, San Juan de Puerto Rico, ediciones Matanzas, y Editorial Saltaelpez, Buenos Aires). Hospital de cigüeñas (Olé Libros, 2023).

Ha publicado la plaquette Mariposa y caballo (El Toro de Barro, Cuenca, 2002) y Cierta luz, Ediciones Mata Mata, Ciudad de Guatemala, 2010), así como Antología poética (Editorial Pequeña Venecia, Caracas, 2005) y Antología de Tenerife (Ediciones Idea, Las Palmas, 2007).

Ha traducido la poesía completa de Novalis, los minirelatos de Franz Kafka, Todos los caballos de Antònia Vicens y una selección de Anthologie secrète de Frankétienne. Es autor de la antología poética El festín de la flama de la poeta boliviana Blanca Wiethüchter. Ha sido incluido en diferentes antologías de poesía española y latinoamericana.


Más información sobre el autor:

https://circulodepoesia.com/2010/10/foja-de-poesia-no-247-rodolfo-hasler/


 


No hay comentarios: