“La amistad unánime”. Aproximación a EL DOLOR
QUE AMAMOS por Víktor Gómez.
Conjuga tu presencia la luz que declina.
Y hace más leve la herida
El hijo poeta de un médico, un proactivo doctor, compasivo, hombre de
ciencia al servicio de los necesitados, aprendió muy chico que no hay sanación
sin la combinatoria de ciencia y amor. Fue en 1957, ante la epidemia de la
polio, que abatió a la población infantil, y frente a la cual trabajó sin
descanso y con una luminosa sonrisa, el Dr. Ángel Crespo Santillana, dando todo
su ser, medicina de los cuerpos y los
(des)ánimos de tan pequeñitos pacientes. El Dr. resultaría ser un ángel
compasivo. Esa heredad recibió de muy pronto el poeta Antonio Crespo Massieu. Su
trayectoria poética viene marcada por un meticuloso cuidado del lenguaje y de
la palabra poética, de los factores políticos y socioculturales que en la
historia han marcado terribles desigualdades e injusticias, así como las
diversas formas en las que los hombres y mujeres de cada generación y pueblo se
enfrentaron a la infamia y perversidad de los sátrapas de turno. “La humillación es, —al menos en este país, /
un rito exacto, calculado, perfeccionado, / en siglos de desprecio/”.
Desde «Elegía en Portbou», «Los
regresados», «Obstinada memoria», o su obra reunida
en «Memorial de ausencias» hasta el que hoy se presenta, la escritura de Crespo
Massieu deviene en implacable desvelo por desocultar las vidas y acciones
personales o colectivas por una organización social horizontal y justa,
mestiza, creativa, sostenible. Desocultar: mostrar, abrazar, y reincorporar sus
proyectos libertarios y éticos, ya no como caminos truncados, sino como signos
y palancas para avanzar y transformar el presente. Algo que se reafirma con una
sensibilidad, agudeza y lucidez admirables hoy, desde “la amistad unánime” que
es la forma más alta de “la salud de los vínculos” que florece en este libro.
No se alcanza a entender la historia sin la mirada y palabra de los poetas,
propongo aquí y ahora, desde toda su obra narrativa, crítica y poética. “Como si tuviera la historia, un hilo de luz, / espacio común,
un sueño pequeño, un cumplimiento, una humana redención.”
Así, en «El dolor que amamos» el amor
mismo transforma el sufrimiento en dolor, y éste en visión y gracia. El ángel
cuidadoso de los finos hilos, de los cabellos (desprendidos de las mujeres
enfermas o cruelmente arrancado de las represaliadas) los rescata, restituye,
nombra y muestra rehaciendo el tejido de la historia silenciada o denigrada de
los abajados y torturados por su amorosa lealtad al bien común, a la vida
digna. En «el dolor que amamos» se percibe
una femenina mística de la nimiedad, ética de los cuidados, sabiduría de la
atención sobre las fracturas del mundo, sobre la herida continua; y una
virilidad mística de La PazCiencia y restitución no-binaria (el ángel) de lo
dañado. ¡Cuán sabia y tenaz ternura! ¡Divina memoria de los borrados del mundo,
de los anónimos y los estigmatizados adalides de la justicia, la ciencia, la
belleza, la cultura, la compasión! La poesía, al fin en su quid, nos conecta
con una verdad profunda, virtud misteriosa, y así: “Recorremos
todas las cosas, en duelo con el ángel, en sueño o revelación, descenderemos a
la pluralidad y ascenderemos a la unidad”. La cantidad ingente de referencias a personas,
mujeres mayormente, hechos históricos y libros da cuenta de todo ello,
enriqueciendo la experiencia de la lectura, que será relectura y viaje sapiencial
por la historia de la humanidad, pero también por la humanidad de la historia,
en tanto florecimiento de las rosas de la hospitalidad y los jazmines de la
inteligencia vincular que uno a uno, renuevan las alamedas y jardines de la
conciencia del lector, facilitando así una actitud y presencia en un mundo tan
desbordado de calamidades, atropellos y despropósitos como el actual. Leer,
entonces, «El dolor que amamos», será primero
una sanación individual, después una invitación a la renovación del tejido
social en el que vivimos. Y en vez de responder a la llamada del héroe
victorioso, del general o caudillo, del “iroman” marveliano, será desde la
piedad y gratitud hacia “los efímeros”, que hallaremos
una posibilidad de transformarnos y tomar las riendas del presente,
deudor de lo olvidado, “El recuerdo es un esfuerzo del
lenguaje”.
Esa revolución, revuelta, insurrección, está en «El
dolor que amamos». La poesía (de la historia) es transformadora, o
no es. Pero no cualquier transformación, sugiere esta poética místico-política.
No una transformación egocéntrica, autocomplaciente y olvidadiza. La poesía,
según entiende Crespo Massieu está al servicio de la más alta pobreza, del más
sagrado bien, el que cuida, recuerda, restaura, aviva la vida digna de todo ser
vivo o muerto. Poesía de la memoria, de la conciliación entre la esperanza y el
duelo, los vivos y los muertos en la “amistad unánime” que
no cede ante el oprobio y la violencia estructural, y que en su angelical
perseverancia es presencia imbatible. Nada de superfluos optimismos, pero menos
aún claudicar ante la antivida que propone el capitalismo renovado en el S.
XXI.
Las preguntas en este libro, los diálogos con los que ya no están, las
reiteraciones del ángel en recuperar el hilo enmarañado y desovillarlo, para
con suma delicadeza poder seguir avanzando con la vida… tanta interrogación,
temblor, apuntan hacia “lo que sucedió mañana”,
es decir, hacia lo que nosotros seamos capaces de crear, desde «El dolor que amamos», desde “las
pequeñas cosas”. Leer es crear, escuchar es recrear y hoy podremos
disfrutarlo entre todes. Gracias, desde la voz de Antonio, “por
vosotros la esperanza, para vosotros la palabra”.
Por Viktor Gómez
Presentación de "El dolor que amamos" acompañado de Viktor Gómez
El ángel
Este es el ángel de las pequeñas cosas. El que
recoge hilos, hebras, filamentos del tiempo
perdidos en el sumidero de la historia.
Más invisible que ninguno, efímero y
tenaz, ángel mínimo que rescata
y ovilla la esperanza, retiene el fulgor de lo
vivido en lo que fue ceniza, disolución,
innumerables montones, montañas de
cabellos, indiferente pacto del olvido.
Él las escoge una a una, pues cada hebra es
un nombre, una historia, un acontecer y la
lleva consigo como si fuera un principio,
como si no hubiera sucedido. La sostiene
entre sus manos de ángel translúcido y todo
comienza como una promesa: el
cumplimiento de la carne que fue humo,
silencio estremecido, humillación o grito.
Es el que recoge una hebra del cabello de la
mujer rapada, insultada, zarandeada por las
calles, escupida por los hombres y la sostiene en
el aire invisible de la piedad.
Cristo muerto sostenido por un ángel. Antonello Da Messina (1478)
CUANDO LAS RANAS CRÍEN PELO
Pues ha sido escrito:
“cada hebra es un nombre, una historia, un
acontecer”. La mano del ángel que sostiene este
único pelo, casi invisible como su presencia, detiene
el tiempo y todo regresa pues aquí vive la vida no
cumplida, la imposible espera, el advenimiento de la
justicia o el clamor repetido de todas, todos, los
humillados.
Delgada y frágil, casi sin voz,
como si naciera su palabra de un pozo
profundo, tanteando las sombras, buscando la
luz, con un bastón en la mano, erguida, junto a
la carretera secundaria
(aquí todo, dolor, memoria, justicia, todo ha sido secundario)
su espalda tan cerca del quitamiedos
(ironía de esta historia de carreteras secundarias).
La mujer está. María Martín permanece.
¿La sostiene el ángel invisible?
¿O es el aire, la luz, lo ingrávido?
Todo fue preciso.
La humillación es –al menos en este país–
un rito exacto, calculado, perfeccionado
en siglos de desprecio, repetidos
sambenitos por calles empedradas o
caminos de barro, procesiones de odio,
bulliciosos autos de fe.
Todo con su medida exacta:
un litro de aceite de ricino y 20 guindillas para las
mujeres (embarazadas o no), las mayores de 12 años.
Para las niñas medio litro y 10 guindillas (cuestión de
aprendizaje).
Era en el cuartel de la Guardia Civil.
María pregunta:
“¿Dónde está Dios?”
¿Estaba en los niños que tiraban piedras, en las
gentes del pueblo, en sus risas, sus insultos? ¿O
todo era ausencia?
Tal vez sostenía el dolor el ángel invisible, el de la
oculta esperanza de las siempre humilladas.
Refutación de un Dios ausente, alas rotas por el
vendaval de la historia, piedad entre escombros,
inerte presencia.
El padre en la siega
(verano, Pedro Bernardo, Castilla)
horas abrazando a la niña
(Faustina, ya fría, inerte, en la cuneta).
Arrodillado en tierra, con un puñado de zarzas
en las manos, sin sangre, sin voz.
Y la niña,
(los seis años de medio litro y 10 guindillas)
mirando.
Ojos abiertos de una memoria encendida.
Todo se resuelve en un hilo. El que sostiene la
mirada de la niña, el que está en la voz, la
afonía, el pozo, la cuneta.
En la voz rota que dice:
“esta mujer sigue
esperando que las ranas
críen pelos”.
En la cuneta, junto a la carretera,
sigue esperando.
Y el ángel de los desposeídos de la tierra, los
humildes, los que en la noche de los siglos
claman justicia, las de voz afónica, las
erguidas en el tiempo del desprecio. Él,
que sostiene la hebra caída de la
memoria, sabe que un día les crecerá
pelo a las ranas.
EL MAR. LA AUSENCIA
Como si el mar tuviera alguna respuesta,
fuera disolución o permanencia
–de espaldas la habitación del padre.
Instante del recuerdo sin imagen ni figura,
solo signo, palabra:
padre muerto, veraneo, ausencia,
habitación junto al mar.
Y la única realidad este azul intenso,
indecible, que no es, que no puede ser,
palabra. Olas que esperan horizonte, lo
inalcanzable, otra disolución, otro olvido en la
inmensidad.
Permanece el mar, como
si tuviera respuesta.
El recuerdo es un
esfuerzo de lenguaje.
Ausente la figura
solo la palabra
evoca, conmueve,
rescata.
De ti solo queda el
nombre que pronuncio.
En el lugar que fue tu
muerte.
Antonio Crespo
Massieu (Madrid, 1951)
Licenciado en Filosofía y Letras por la
Universidad Complutense y Diplomado en Estudios Portugueses por la Universidad
de Lisboa. Ha sido responsable de las páginas literarias de la revista Viento Sur, en la actualidad pertenece a su Consejo Asesor. Ha
publicado los poemarios En este lugar (Fundación Kutxa, Donostia- San
Sebastián, 2004) por el que
obtuvo el premio “Ciudad de Irún”, Orilla
del tiempo (Germania, Valencia,
2005), Elegía en Portbou (Bartleby, Madrid, 2011), Los regresados
(Ediciones 4 de Agosto, Logroño,2014), Obstinada memoria (Amargord,
Madrid, 2015), Memorial de ausencias. Poesía reunida.2004-2015 (Tigres
de papel. Madrid,2019) y Compartir (Las hojas del baobab, Stabile&Estudillo editores, Cádiz, 2021). Su obra poética ha sido incluida en
numerosas antologías. Fue finalista del premio Nacional de Poesía 2012 con Elegía en Portbou. En 2009 publicó el libro de relatos El peluquero de Dios (Bartleby Editores, Madrid, 2009). Su novela
Portbou: estación término fue finalista del Premio de Novela Ateneo
de Madrid 2021. Ha colaborado con trabajos de
investigación, crítica y creación literaria en revistas especializadas.
Video presentación de "El dolor que amamos" junto a Manuel Rico y Juan Carlos Mestre.
(Marzo, 2023 en Café Comercial de Madrid)
https://www.youtube.com/watch?v=LCvKLIwJMOM