Con la fe de una noche sin puertas: fragmentos de Historial de Marta Agudo Ramírez




Historial (Ediciones Calambur, 2017)


La enfermedad es el lado nocturno de la vida, una ciudadanía
más cara. A todos, al nacer, nos otorgan una doble ciudadanía,
la del reino de los sanos y la del reino de los enfermos.
Y aunque preferimos usar el pasaporte bueno, tarde o temprano
cada uno de nosotros se ve obligado a identificarse, al
menos por un tiempo, como ciudadano de aquel otro lugar.

Susan Sontag, La enfermedad y sus metáforas



… Mientras, el tiempo busca en los directorios a quién llama
esta vez.



El hospital que recluta con una herida en la faringe.

.     .«Polígono de experiencias», homenaje al tempus fugit,
.      . patera hacia la hipótesis de un después mejor.

El hospital: monumento a la segunda oportunidad.

«Sólo a los terminales —me repito— se les llenan de arena
.    .  los pulmones. Sólo a los terminales».

Reseca y última desnudez.






.                .               . CUATRO TIEMPOS


.                     .              I

Se derramaba la vida por los lados y enjambre de delfines
.    .  sorprendidos.


Pensaron que era el mar y su aridez los tomó por sorpresa.
.   .   Los pentágonos (nadie los había avisado) no son
.   .   habitaciones confortables, excepto para tres abejas que
.   .   recorren con su lengua el ansia de lo dulce. Altivez
.   .   geométrica.


Pensaron que era el mar, tanta ola incendiada. Los
.   .   pentágonos no hacían el entorno más habitable y
.   .   nadaron por superficies blancas de aquella espuma
 .   .  anfitriona.

Pensaron que era el mar, pero dónde la marea y su sintaxis.
.   .   Avance o matadero. El celibato del crimen se impuso a
.   .   la evidencia y la paradoja a la luz de las luciérnagas.
.   .   Con todo, uno de ellos se adelantó. Pensó que era el mar o
.   .   el engaño infantil de quien nunca cae enfermo. Creía
.   .   haber visto crustáceos en los márgenes. Epicentro de
.   .   volcanes sin cráter, ardor de moléculas reticuladas.
.   .   Surcó los saladeros, pero oxígeno expatriado. Adelantó
.   .   algunas leguas y ni el más perspicaz de los observadores
.   .   lo habría visto pararse.


Creyó que era el mar y su bandera sin barras ni yugos. Lo
.   .   confundieron con un hombre y fue poca la sangre
.   .   vertida. La sal absorbe las huellas y al cabo de unos
.   .   minutos todo quedaba igual. Arrecife de la devastación
.   .   o peñasco con hueso reciente.

Se derramaba la vida por los lados…


.                .                     .  II

En qué se distingue un pájaro del nido, el gris de otro gris
.   .   que al ser más vertical carece de trastornos.

Aprobó entonces el cielo que, sin cláusulas ni condiciones,
.   .   pudiera emerger hacia abajo su autonomía. 

Se derramaba la vida por los lados y en medio de la
.   .   hecatombe nació un río de arena. Arenario hecho
.   .   carne, vidrio perplejo. Todo se mezcla cuando se
.   .   intuye la catástrofe. El planeta descifra sus códigos
.   .   y el ADN del viento se jacta de ser sin ser; llanto
.   .   invisible.

Acércate y escucha cómo se mueve la tierra.

Se derramaba la vida por los lados y fue allí y entonces donde
.   .   creció, sin más motivo que la sucesión de otra cruzada,
.   .   un árbol, el canon de lo vegetal, la organización
.   .   anónima de lo idéntico.

¿Lo idéntico? No hay biografía igual a otra. Abre bien los
.   .   ojos y verás qué derroche de púas contrarias, qué
.   .   sarampión de grises el invierno.

Se derramaba la vida por los lados y cinco meteoritos
.   .   festejaron al llegar la mañana el ímpetu irreverente de
.   .   la espina, el recelo hecho estrategia.





.                       .              . III

La manera de fabricar espacios íntimos narra el curso de la
.   .   historia. No fue el verde o la densidad del pleistoceno.
.   .   Antes de que el presente concluyera ya existía este
.   .   paisaje de franjas.

Ni el sol se atrevía a consagrarlo y sólo la luna aceptó, con
.   .   el ímpetu de sus articulaciones, el reto de alentar
.   .   crecientes mareas de sal.

Se derramaba la vida por los lados y sólo montañas, aunque
.   .   alguno dijo que al fondo podía escucharse la memoria
.   .   de dos mares gemelos. Las olas que no rompen se
.   .   enquistan en la orilla o el subconsciente azul de todos
.   .   los ahogados.

Dólmenes, monolitos, círculos donde hablar con la tierra de
.   .   tú a tú.

No hay emisarios suficientes para tanta angustia erigida. Las
.   .   piedras enardecen a los hombres, que hacen con ellas
.   .   cabañas o escudos a partes iguales. La intersección del
.   .   «contra» y el «con», las vicisitudes del miedo. El círculo
.   .   serena horizontes pues en la curva se pierde cuanto la
.   .   recta tiene de lanza.

Se derramaba la vida por los lados, pero dios nunca llegó.
.   .   Ellos siguieron construyendo, con la fe de una noche
.   .   sin puertas, círculos o entradas a ninguna parte,
.   .   accesos pétreos a lo subconsciente, letanías minerales,
.   .   superficies acaso de un cerebro incendiado.

Tanto himno ¿para qué? ¿Para quién tanto ofrecimiento? No
.   .   importaba el destino sino obrar. La nieve imaginada
.   .   por tantas manos frías. Las arañas dejaron de tejer sus
.   .   fastuosas telas porque nadie se ahorcaría allí. Pero era
.   .   importante estar, permanecer en guardia ante un cielo
.   .   sorprendido por no tener mensaje alguno.

¿Quizá era una broma, el sarcasmo de lo trascendente vestido
.   .   de niñería? Da igual. La elipsis o la clave perenne de
.   .   todas las cerraduras.


.                     .                   .IV

La incomunicación, el sigilo del tiempo o la sordina de la
.   .   experiencia. El nadie o la clave de todas las cerraduras.
.   .   Pero la vida se derramaba por los lados y no se
.   .   supo nunca por cuántas leyes de Newton o círculos
.   .   de Galileo se dirimió que el hombre observaría su
.   .   alrededor, por cuántos pronósticos de Kepler admitió
.   .   que habría de morir, por cuántos barrotes salados el
.   .   renacer anónimo de tanta vitalidad…


Diálogo con la serie fotográfica «Altas soledades»
de Cano Erhardt





Marta Agudo Ramírez (Madrid, 1971) es doctora en Filología Hispánica con una tesis acerca de los géneros del poema en prosa y el fragmento en la literatura española del siglo XIX. Ha publicado los libros de poemas Fragmento (Celya, 2004), 28010 (Calambur, 2011) e Historial (Calambur, 2017). Coeditó la antología Campo abierto. Antología del poema en prosa en España (1990-2005) (DVD, 2005) y coordinó con Jordi Doce el volumen Pájaros raíces. En torno a José Ángel Valente (Abada, 2010). Entre 2004 y 2008 fue directora de la colección de poesía y pintura “El Lotófago”, de la Galería Luis Burgos (Madrid). Es la encargada de la edición de la novela póstuma de Ana María Navales El final de una pasión (Bartleby, 2010), así como de una selección de los artículos de esta última sobre literatura hispanoamericana (Calambur, 2008)
.
En 2010 publicó su estudio sobre la estancia de Valente en Madrid (Valente vital, Universidade de Santiago de Compostela) y en 2014 vio la luz su traducción del catalán al castellano del poemario Tot és ara i res de Joan Vinyoli.

Su obra ha sido incluida, entre otras, en las antologías: Poesía Pasión (ed. de Eduardo Moga), Palabras sobre palabras. 13 poetas jóvenes de España (ed. de Julio Espinosa), 12 + 1. Una antología de poetas madrileñ@s actuales (ed. de Alberto Infante) y recientemente en Sombras si-versas. Diecisiete poetas españolas actuales (1970-1991), Madrid, Vaso Roto, 2017, ed. de Amalia Iglesias.   

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