Cuando la palabra poética abre las venas del mundo. Caoscopia de Yaiza Martínez




Caoscopia (Colección ONCE de Amargord Ediciones, 2012) de Yaiza Martínez (Las Palmas de Gran Canarias, 1973) es el quinto poemario de una serie que se inauguró con Rumia Lilith (2002), continuó con El hogar de los animales Ada (2007), Agua (2008) y Siete, los perros del cielo (2010). La necesidad de traer aquellos títulos antes de adentrarnos en Caoscopia es quizás la de reconocer un proyecto de escritura poética que ha abundado en experimentación sin renunciar a un lirismo delicado. En este último libro, Yaiza Martínez lleva esa indagación en la materia del lenguaje aún más lejos, y con esta apuesta se consolida como una de las voces más insólitas y promisorias de la poesía española actual. 

En unos “Apuntes” finales, la propia autora da cuenta del significado del término que da título al libro: “caoscopia”, tomado del libro Caos, creatividad y conciencia cósmica (Ellago Ediciones, 2005) en el que el matemático norteamericano Ralph Abraham concluye “A partir de datos totalmente caóticos, observados de esta forma particular, mediante la caoscopia, se obtiene un conjunto de puntos en un plano. Si los datos fueran realmente aleatorios, los puntos estarían distribuidos por todo el plano. En lugar de eso, forman una curva suave!. Posteriormente, agrega la autora: “ A la hora de escribir Caoscopia, me propuse plasmar el goteo de la conciencia, lo que acabó trazando una curva semántica suave, que vertebró toda la obra: el ser/el no-ser/voz del amor/ en el lenguaje/.” Esa serie se repite tres veces y su importancia no es menor: esta vertebración en torno a una figura es algo que puede encontrarse en libros anteriores. Así, en Siete-los perros del cielo, la escritura se despliega como una estructura circular, en espiral, como el estambre de las flores o las antenas de algunos insectos y no puede leerse de otra manera que no sea “regresando”; en El Hogar de los animales Ada y Agua está presente un linaje femenino en forma de red o telaraña, estirpe de madres y abuelas tejiendo el discurso. Entiéndase: no se trata de un mero abordaje temático pues ese universo de símbolos que tan eficazmente despliega la poeta tiene su correspondencia en la propia estructura de sus libros: abierta, "arbórea", no lineal. No basta con decir algo nuevo; hay que decirlo de una manera nueva, aún a riesgo de balbucear o fracturar el lenguaje. 




Así como una mayoría escribe poemas que luego se reúnen en torno a algún criterio -sea éste semántico, musical, etc- en la escritura de Yaiza Martínez los poemas parecen agruparse y respirar acorde a una nervadura: mandala, o estructura radiante que les precede como matriz e imanta los fragmentos hasta hacerlos gravitar como podría hacerlo un sistema solar o un átomo con sus electrones. Y quizás esto explique la sensación de estar ante una hoja cuya nervadura resplandece sin afectación (la forma no secuestra el sentido ni lo eclipsa), con la misma gracia de quien nos tiende la palma de la mano para revelarnos su cartografía viviente. 

El poemario está atravesado por espectros y voces que se mezclan en un eterno presente, cosidos por el lenguaje: vivos y muertos se sientan a la mesa y el tiempo se libera de esa linealidad casi candorosa que le imprime nuestra percepción miope. 


Todos ellos, muertos y vivos, adornaron entonces la mesa, 
pero algunos pisaron más hondo en el barro de la memoria 

en este lenguaje confluirán cadáveres y alimento 

La escritura de Yaiza Martínez “pone en juego” la sintaxis a través de omisiones, fracturas: hay riesgo e incluso -al modo del niño que dibuja una rayuela en cuyo ábside escribe la palabra “cielo” y numera los peldaños por los que brincará hasta él- hay ludismo en el trato con el lenguaje sin renunciar a ese temblor que hace del poema algo más que un puro artefacto. 




Los poemas fluyen en una cotidianeidad (con esa naturalidad se sientan a la mesa familiar vivos y muertos) que, sin embargo, no excluye esa carga de extrañeza necesaria para conmover al lector. 

Uso de dolor como abono –tierra que sabe, ay, 
Se muere igual 
Por este camino decide 
Qué le vas a decir a los allegados 

Sobre esta mesa confluirán cadáveres y alimento (1) 

(1) Así velamos la vida y la muerte. A esta mesa nos sentamos los vivos, con nuestros muertos a la espalda. Y en cada gesto que reiteramos, se produjo la posesión. 

Encontramos ochenta y seis notas a pie de página que proliferan de manera subterránea, raíces que se prolongan para auscultar una “realidad” que -según avanza el conocimiento científico- muestra la precariedad de sus contornos. Estas notas no están presentes en todas las páginas (en la segunda “voz del amor” están completamente ausentes), siguen su propia numeración y generan subnotas en un crecimiento rizomático (no unitario, sin una concatenación lógica). Quizás las cifras remitan a una trama necesariamente incompleta, a la que le faltan piezas imposibles de restituir. Y con frecuencia ocupan más espacio en la página que el propio “poema”, como si se dejase un árbol con sus raíces expuestas para mostrar cuánto de discurrir sumergido está apuntalando lo visible. 

 y sobre tierra porosa las raicillas 
como fibras neuronales 
que se despliegan

palpitan al unísono (58) constelaciones, 
sustancia blanca 

(58) Lo que es allí es también aquí. Despega las hojas genitales (59) para escuchar la lengua –candado folicular, dulce recorrido de reiteración, por geometría-. Del confín al cogollo es ahora, se dice. Cierra después las hojas, y deja descansar lo oscuro. 




Por otra parte, sería erróneo suponer que dichas notas obedecen –como algún lector distraído pudiera concluir- a una voluntad de “explicación” del poema y ni mucho menos a una operación de contextualización. Son una pieza viviente y clave: tributo a lo que sostiene el sentido manifiesto desde su posición subalterna, operando al modo de un hipertexto, es decir, textos “vinculados” que pueden ser leídos de forma no secuencial o “multisecuencial”. Tal vez aquí se encuentra una clave central de lectura de una poesía que no sólo se renueva en la elección de sus temas sino que renuncia a seguir perpetuando ciertos patrones obsoletos (en torno a los que gravita gran parte de la poesía, newtoniana todavía). Quizás esto explique,además, la distancia que gran parte del público siente respecto a la poesía con sus jardines de lotos putrefactos y su sintaxis ranciamente resplandeciente. ¿Cómo podría escanciarse un vino nuevo sin romper los viejos odres? 

La figura de las matrioskas está presente y no podría ser más precisa: para trazar un linaje de “madres del tejido”e hijas. 

(78) Amadas matrioskas, no calléis ni me dejéis sola en el filo, entre muertos y 
vivos, en perpetua sobremesa. Miedo tengo al saber del amor y de la ausencia, 
a la trampa candado sin la que nada existe, por la que todo desaparecerá. 
¿Qué haré sin vosotras, sumida a caoscópica geometría que debo cantar en 
balance continuo? 

También se hace referencia en el poemario al biólogo Rupert Sheldrake quien en su hipótesis sobre la causación formativa introduce la intervención de campos mórficos que pueden entenderse como estructuras inmateriales que representan un soporte para que la información fluya entre y por los organismos. Estos campos contienen además, una especie de memoria acumulativa tendiendo a ser cada vez más habituales.

(55) Arcos de caminar, de una y de múltiples. En bajo relieves tallados todos vuestros 
recorridos –mi andadura es repetición y jarapa del invento tejida en telar de 
montaña, pues el mantenimiento de la tradición es también fuente de lo innovado- 
repito en sueños, ante el científico británico (56) 

Con Caoscopia, la escritura de Yaiza Martínez hace que los tiempos coexistan en un eterno presente (no abolido del todo) y que los espacios se agrieten poniendo en crisis hasta la solidez de lo visible. Así, nos encontramos ante una escritura que se sumerge en un espacio difícil de precisar. Quizás sea esa dificultad, precisamente, lo que la hace más interesante en su singlar viaje. 

Laura Giordani 

Reseña publicada en la revista Naguaya nº 18, "Una temporada en la nube" (Enero de 2013)




Yaiza Martínez (Las Palmas de Gran Canaria, España, 1973) es Licenciada en Filología Hispánica por la UCM. Ha trabajado como periodista, traductora y profesora de escritura y de español para extranjeros. Actualmente, es redactora-jefe de la revista Tendencias21. Ha publicado los poemarios Rumia Lilith, (Ateneo Obrero de Gijón, 2002), El hogar de los animales Ada (Devenir, 2007), Agua (Idea, 2008), Siete-Los perros del cielo (Leteo, 2010) y Caoscopia (Amargord, 2012). También es autora de una novela, Las mujeres solubles (Lulu.com, 2008). Ha sido incluida en la antología de poesía Poetas en blanco y negro. Contemporáneos (Abada Editores, 2006); en la antología de relato breve Tripulantes (Editorial Eclipsados, 2007); y en el libro coral Por donde pasa la poesía (Baile del sol, 2011). 


7 comentarios:

Stalker dijo...

Querida Laura:

preciosa reseña de un libro imprescindible del que has mostrado, más que claves, algunas llaves, algunas mudanzas, algunas perspectivas para sobrevolar y perderse en su textura rizomática...

lo curioso de la poesía de Yaiza Martínez es que está obsesionada con el Origen (la maternidad, la materia madre, la ontogénesis, la filogénesis), y sin embargo a nivel formal destruye el mito del Origen: en esa aporía suceden los poemas, sucede el asombro, nos re-conocemos incesantemente...

hay algo que me ha llamado la atención en este libro, y con esto no pretendo hacer una crítica, sino dar expresión a una perplejidad: en el epílogo Yaiza dice que el libro pretende registrar el "goteo de la conciencia"... esto me ha dejado anonadado, porque "Caoscopia" es muchas cosas, o puede "devenir" muchas cosas, pero en mi opinión hay algo que no es rotundamente: no es el goteo de la conciencia. Y no lo es, en mi opinión, porque su lenguaje está articulado, sedimentado y arraigado de tal forma que no puede dar constancia de la impermanencia de los contenidos de la conciencia. Esto requeriría un lenguaje más líquido, menos raíz, menos adentro, menos "originario". Quiero decir: aunque la hilazón, el andamiaje, la viguería del poemario es rizomática y descentrada, las elecciones semánticas, las opciones microtextuales, siguen apelando a un lenguaje erguido, con mucho peso; un lenguaje en cierto modo "esencial". Y la conciencia es devenir, no es esencia, no es fundamento. Tal vez esto resulta más evidente cuando se leen los sutras ("hilos") budistas (theravada o Mahayana), dedicados a analizar la sucesión de los contenidos de conciencia, su proceso de decantación, su impermanencia. Esto, como digo, no es una crítica: a mí me parece un libro maravilloso, único, imprescindible, de una poeta que sigo casi desde el principio. Pero la justificación intelectual del libro no me parece acertada, y si en él Yaiza ha pretendido plasmar el devenir y el funcionamiento de la conciencia, no lo ha conseguido en absoluto. Desde mi lectura atenta y subjetiva, al menos.

Vaya mi nota discordante desde el agradecimiento al poemario y a tu reseña,

un abrazo!

augusto enrrique dijo...

muy buena reseña, y muy bien escrita, de manera, bella,poética, sutil, embriagante, y muy bueno también el comentario de stalker, me gustaría que ambos pasen por mi blog impresiones del infinito y que dejen alguna crítica o comentario sobre mis poemas, desde ya muchas gracias y saludos

Laura Giordani dijo...

Querido stalker: gracias por tu comentario tan fecundo y detenido. Creo que un poemario, (cualquier texto) tiene varios niveles de acceso; a través de mi lectura y -seguramente impelida por mis propias inquietudes, me adentré por esas líneas más reconocibles que tienden los poemas. Soy consciente que quedan muchas claves inexploradas, muchas puertas sin abrir y esa es en cierta medida, la bendita precariedad de toda lectura personal. Se agradece además tu señalamiento, hay mucho miedo al ejercicio de la crítica; de hecho, parece que va desapareciendo, aterra ejercerla en un medio pequeñito y endogámico. Respecto a lo que comentas sobre el "goteo de la conciencia", más que una justificación intelectual del poemario, Yaiza está convencida, por su propia e intensa experiencia con el lenguaje, de que la conciencia sí tiene una estructura, incluso en goteo... algo similar a la física de los fluidos. Habría un tipo de gravedad que aporta significación al lenguaje, lo que quizás no es tan claro es en qué punto la escritura automática pasa a estar poseída por esa gravedad
Hay un artículo llamado “Poesía y fractal, un acercamiento a la geometría del lenguaje” en el que la propia poeta da cuenta de su trabajo en ese campo... si consigo el enlace, lo comparto.

Un abrazo y gracias de nuevo por tu huella, stalker.

Laura.

Laura Giordani dijo...

Gracias por tu comentario Augusto Enrique y bienvenido al blog. Un saludo,

Laura

TOBÍAS CAMPOS FERNÁNDEZ dijo...

Excelente reseña de un libro enorme, de lo más sorprendente y abarcador que he leido ultimamente.

Felicidades laura, por esta merecidísima entrada.

Tobías Campos Fernández.

Pd: gracias también por esta imagen tan luminosa: "pértigas de compasión".

un saludo.

Laura Giordani dijo...

gracias por tu lectura y tu huella, Tobías. Un saludo y esta es también tu casa.

Laura Giordani dijo...

gracias por tu lectura y tu huella, Tobías. Un saludo y esta es también tu casa.